
✳️ Saludos, amigos de la comunidad
@holos-lotus. Deseando a todos salud, prosperidad y crecimiento personal, aqui estoy , vía #ecency animado por la amiga @charjaim para participar en su 39 iniciativa

Confieso mi gran excentricidad navideña: yo soy el Grinch, pero por accidente. Mi infancia fue una larga y épica Nochebuena… sin Nochebuena. Crecer en el campo sin electricidad, árboles decorados o cenas pantagruélicas no era un acto de rebeldía; lo que pasaba era que la civilización más cercana estaba a tres horas en mula. Nuestra decoración navideña eran las constelaciones, sin riesgo de cortocircuito. Nuestro menú de fiesta: lo que la tierra diera ese día, sin posibilidad de que se quemara el pavo porque, sencillamente, no había pavo.
Mis tíos, maestros rurales, eran mis elfos mágicos. Pero en lugar de juguetes, me traían libros. Así, construí mi idea de la Navidad entre las páginas de Dickens y luego, en un televisor en blanco y negro que parecía una ventana a otro planeta. Y entonces llegó Él. No Papá Noel, sino un niño rubio llamado Kevin McCallister y su documental salvaje titulado Solo en casa.
Para el mundo, era una comedia. Para mí, fue el equivalente a que a un marciano le muestren un partido de fútbol americano: fascinante, incomprensible y lleno de reglas aparentemente absurdas. Mi reacción no fue “¡qué gracioso!”, sino “¿pero esto en serio?”

El catálogo de excentricidades que vi entonces en la película:
· La Casa: Una estructura del tamaño de mi pueblo, iluminada como una nave nodriza a punto de despegar. ¿La electricidad no era cara en la ciudad? En mi campo, una vela mal gastada era un drama.
· La Familia: Eran tantos que podían perder a un niño. ¡Perderlo! En mi familia, si faltaba una gallina, se organizaba un operativo de búsqueda con perros. Perder a un humano era un lujo demográfico que no podíamos concebir.
· El Niño-Héroe: Ante dos ladrones, Kevin no llora ni se esconde. ¡Crea un parque de atracciones mortales con pinturas, planchas y figuras de cerámica! Yo, a su edad, mi mayor hazaña era espantar a los pájaros de la siembra sin asustarme a mí mismo. Me pareció el niño más sobrenaturalmente competente y divertido del planeta.
· El Pánico Festivo: El caos del aeropuerto, la obsesión por los regalos, la carrera por comprar un pescado llamado “bacalao” que parecía una suela de zapato… En diciembre, en mi campo, el pánico era que lloviera demasiado. El único “consumo excesivo” era comerse una col entera entre tres.
Descubrí, en Solo en casa, que para la mayoría de la gente, “Navidad” era sinónimo de “estrés logístico”, no de echarse una siesta bajo un árbol. Mi tradición navideña era no tener tradiciones. O mejor dicho, mi ritual era observar los rituales con la cara de un antropólogo que toma notas frenéticas.

Ya adulto y urbanizado, asisto al espectáculo con cariño y perplejidad. Me maravilla la creatividad humana para inventar protocolos:
· El intercambio de regalos: Todos gastamos dinero en cosas que los otros no quieren, para luego fingir un éxtasis sincero. ¡Genial! Nosotros compartíamos mangos. Directamente del árbol. El papel de regalo era… su propia piel.
· La ropa interior amarilla: Un hechizo de buena suerte que consiste en estrenar prendas íntimas de un color específico. En el campo, la buena suerte era que no te picara un alacrán al ponerte los pantalones. Cualquier color valía.
· Las doce uvas al compás: Un deporte de riesgo que combina atragantamiento, sincronización y matemática básica. Nuestra cuenta atrás era para saber cuándo sembrar.
Creo que la verdadera excentricidad universal no es qué se celebra, sino la necesidad de celebrar algo. De crear un ritual, por extraño que parezca, que nos una y nos dé esperanza. En el campo, era compartir la mejor cosecha. En la ciudad, es montar un árbol de plástico, comprar hasta desfallecer y reunirse para que la abuela critique el punto de la carne.
Así que, aunque no tengo anécdotas de turrones duros como piedras o de villancicos cantados fuera de tono, tengo esta: soy el extranjero permanente de la Navidad. El que la vivió primero como un cuento, luego como una película, y ahora como un espectáculo entrañable y ligeramente alucinante.
Cuando veo el caos de estas fechas, sonrío. Porque, en el fondo, las “excentricidades” son tan humanas y necesarias como lo era para nosotros mirar esas millones de estrellas en silencio. Ambas buscan lo mismo: un poco de luz en el invierno.
¿Y saben qué? Después de todo, creo que Kevin y yo no éramos tan diferentes. Él defendía su casa de ladrones con ingenio. Yo defendía mi mundo del aburrimiento con imaginación. Solo que mis trampas caseras eran evitar que las cabras se comieran la ropa tendida.
Feliz Navidad. O, como diría yo en mis tiempos: que haya buena cosecha y que no se vaya la luz. (Ah, no, eso último ahora sí me preocupa. Vean cómo he evolucionado).
Invito a @jessuses1381 y @omarcitorojas a unirse a esta iniciativa.
🌐 Escrito en español, mi lengua materna. La versión en inglés ha sido traducida mediante Google Translate.




⛄"My Christmas: From Harvest to Chaos, via Macaulay Culkin"|Original by Marabuzal (ESP-ENG)
Greetings, friends of the @holos-lotus community. Wishing everyone health, prosperity, and personal growth, I'm here, via #ecency, encouraged by my friend @charjaim to participate in her 39th
iniciativa

I confess my great Christmas eccentricity: I am the Grinch, but by accident. My childhood was one long, epic Christmas Eve... without a Christmas Eve. Growing up in the countryside without electricity, decorated trees, or gargantuan dinners was not an act of rebellion; what happened was that the nearest civilization was three hours away by mule. Our Christmas decorations were the constellations, with no risk of a short circuit. Our holiday menu: whatever the land gave that day, with no possibility of burning the turkey because, simply put, there was no turkey.
My uncles, rural teachers, were my magical elves. But instead of toys, they brought me books. So, I built my idea of Christmas between the pages of Dickens and later, on a black-and-white television that seemed like a window to another planet. And then He arrived. Not Santa Claus, but a blonde boy named Kevin McCallister and his wild documentary titled Home Alone.
To the world, it was a comedy. To me, it was like showing an American football game to a Martian: fascinating, incomprehensible, and full of seemingly absurd rules. My reaction wasn't "how funny!" but "is this for real?"

The catalog of eccentricities I saw then in the movie:
· The House: A structure the size of my village, lit up like a mothership about to take off. Wasn't electricity expensive in the city? In my countryside, a poorly spent candle was a drama.
· The Family: There were so many of them they could lose a child. Lose him! In my family, if a chicken was missing, a search operation with dogs was organized. Losing a human was a demographic luxury we couldn't conceive.
· The Boy-Hero: Faced with two thieves, Kevin doesn't cry or hide. He creates a deadly amusement park with paint cans, irons, and ceramic figurines! At his age, my greatest feat was scaring birds away from the crops without scaring myself. He seemed like the most supernaturally competent and funniest kid on the planet.
· Festive Panic: The airport chaos, the obsession with gifts, the race to buy a fish called "cod" that looked like a shoe sole... In December, in my countryside, the panic was that it would rain too much. The only "excessive consumption" was eating an entire cabbage among the three of us.
I discovered, in Home Alone, that for most people, "Christmas" was synonymous with "logistical stress," not taking a nap under a tree. My Christmas tradition was having no traditions. Or rather, my ritual was observing rituals with the face of an anthropologist taking frantic notes.

Now an adult and urbanized, I attend the spectacle with affection and bewilderment. The human creativity for inventing protocols amazes me:
· The Gift Exchange: We all spend money on things the others don't want, then fake sincere ecstasy. Brilliant! We shared mangoes. Straight from the tree. The wrapping paper was... its own skin.
· Yellow Underwear: A good luck spell that consists of wearing new underwear of a specific color. In the countryside, good luck was not getting stung by a scorpion when putting on your pants. Any color would do.
· The Twelve Grapes at the Chime: A risk sport combining choking, synchronization, and basic math. Our countdown was for knowing when to plant.
I think the true universal eccentricity is not what is celebrated, but the need to celebrate something. To create a ritual, however strange it may seem, that unites us and gives us hope. In the countryside, it was sharing the best harvest. In the city, it's putting up a plastic tree, shopping until you drop, and gathering so grandma can criticize how the meat is cooked.
So, although I don't have anecdotes about turrón as hard as rocks or off-key carol singing, I have this one: I am the permanent foreigner of Christmas. The one who lived it first as a tale, then as a movie, and now as an endearing and slightly hallucinatory spectacle.
When I see the chaos of this season, I smile. Because, deep down, the "eccentricities" are as human and necessary as it was for us to quietly gaze at those millions of stars. Both seek the same thing: a bit of light in the winter.
And you know what? After all, I think Kevin and I weren't so different. He defended his home from thieves with ingenuity. I defended my world from boredom with imagination. Only, my homemade traps were for keeping goats from eating the laundry on the line.
Merry Christmas. Or, as I would say in my day: may there be a good harvest and may the power not go out. (Oh, wait, that last one worries me now. See how I've evolved).
I invite @jessuses1381 and @omarcitorojas to join this initiative.
🌐 Written in Spanish, my native language. The English version has been translated via Google Translate.


Interesantes anécdotas navideñas, me gustó la comparación de tus vivencias en el campo con los rituales que la sociedad ha catalogado como "tradiciones", sin duda, lo más importante de esta época es tener salud y compartir con la familia.
Abrazo 🤗
Gracias ❤️
Eres muy amable además de excelente cocinera!!
Siempre ceno leyendo tus publicaciones 🫂🌻
Muchas gracias, eres bienvenido en mi cocina creativa 😊
Me ha gustado mucho tu publicación. Me ha hecho recordar la canción "Memorias"de Carlos Varela, tanto por un fragmento literal de la misma, con el que se puede encontrar analogías con lo que tan magistralmente nos has compartido, como por lo que para mí expresan simbólicamente tanto la canción como tu texto.
El fragmento literal dice "no tuve Santa Claus ni árbol de navidad... pero nada me hizo extraño"... Y es asi, nada te hizo extraño , un hombre que se dedica a la escritura con mucho acierto... Respecto a la navidad, es una tradición bien extendida, más con la globalización. Una tradición que varía con las diferentes culturas, con los diferentes contextos que ahora se interconectan exponencialmente con el Internet, yo pienso que con varios puntos a favor y varios puntos cuestionables. Aunque es bueno conocer y hasta incorporar y retroalimentarnos en cada punto de la geografía global con las tradiciones de cada región, pero sin dejar de creer que cada identidad, que cada tradición, incluso el no celebrar una y sí otra forma parte de las identidades, de las culturas locales que poseen valores intrínsecos que trascienden la promoción que se les de, se trata de aceptar y convivir con ambas cosas, con la identidad propia y con lo globalizado.
Creo oportuno aclarar dos puntos aunque me extienda. El primero es que la navidad es una celebración bien extendida y establecida universalmente, por lo menos en el mundo occidental, y que me parece vistosa, disfrutable y un momento de reencuentro familiar, tan necesario siempre.
El otro punto es el relacionado con las carencias, con el ser social de cada ser humano en su aquí y ahora, que puede variar y ha de ser aspiración vivir lo mejor posible... Para esta segunda idea suscribo la Canción de Navidad de Silvio Rodríguez, simbólica tanto por la obra en sí como por el hecho de haberla interpretado con el inmenso boricua José Feliciano (habrá que en otro momento escribir sobre esto)... "Unos celebran sus millones, otros la camisita limpia y hay quien no sabe qué es brindar"...
@topcomment
Que gozo leerte. Es como si hubiese sido uno de esos humanos en tu mesa. Gracias por tanta belleza y tanta inteligencia en un solo post. 💜🤍
Dulce como las cañas y hermosa como la flor del marabú 🌻😇
😊
@marabuzal excelente anécdota donde recoges vivencias navideñas de la infancia,es decir, la memoria.
Muchísimas gracias.
Un saludo ✍️
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Gracias, gente buena! 🫂
I also lived in a rural area when I was a child, but felt I was part of the larger culture that celebrated with trees (not so much plastic in those days) and gifts. I don't remember gifts that no one wanted. I always thought they were a delight, as long as they were wrapped. It didn't matter what was inside.
My family was lucky. While we didn't have the resources to buy a turkey, we did have generous relatives who financed our journey to their homes in NYC. There it was indeed celebration.
You are a gifted writer. I love this piece.
Thank you for your kind words and for sharing your experience. I'm glad that, despite limitations, you hold onto those warm memories of togetherness and wonder, where the gesture and the company were the true gift.
Your words honor me.I wish you good health.
🌻🫂
(Google Translation)
Te entiendo; hay mucho de cultura desde la infancia para entendr y sentir que esta época es muy diferente por miles de razones, muchas de las cuales son a veces muy ilógicas, pero son.
Me ha encantado esto:
"...soy el extranjero permanente de la Navidad."
Eso debe estar cambiando en la medida en que pasan los años pues, la civilización no suelta esta época y ahora urbanizado, lo tendrás que vivir en gran medida cada año.
Impresionante tu forma de relatar, mi apreciado escritor.
Gracias, mi amigo @marabuzal
¡Bendiciones!
Esa frase, "el extranjero permanente", nace precisamente de esa observación estimado amigo@emiliorios. La civilización nunca suelta sus ritos, es cierto. Por eso el sentimiento persiste.
Agradezco su presencia por acá.
Un abrazo ✍️🫂
Y a tí, mil gracias por publicar para nosotros, mi estimado; y en forma tan acertada, @marabuzal
Amable. Muy amable. Gracias por la invitación. ✍️
Que genial tu texto. Lo Disfruté mucho.
Amable chica de domingo 🌻✨
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