—Está volando muy alto y cada vez sube más.— Le dijo, Leandra, a Rubén.

—Te voy a dar la cuerda, ahora que hay bastante viento. — Le contestó Rubén, mientras miraba a Leandra sonriendo.

Rubén caminó unos metros hacia donde estaba Leandra, y le dio el cordón que sostenía el papagayo, que estaban volando. Cuando ella tomó el cordón, Rubén se alejó un poco y vio la alegría de su amiga y vecina al tener el control de la cometa. Para él, ver a Leandra, vestida con su overol azul, su franela color rosa, sus botas de trabajo, y su pelo largo ondeando con el viento, acompañado de su hermosa sonrisa infantil, era una alegría tremenda.

—¿Rubén, acaso crees que el papagayo pueda volar hasta las estrellas, está cada vez más alto?— Preguntó Leandra, emocionada.

—No creo, recuerdas lo que dijo el profesor en la clase de ciencias, cuando habló de la gravedad, él dijo que todos los objetos, y hasta nosotros, somos atraídos a la tierra por ella.—

—Sí, es verdad, pero sería bonito, que pudiésemos ver volar nuestro papagayo tan alto como las estrellas.— Dijo ella, mientras reía.

Ya cuando los niños, tenían un buen rato volando su papagayo y haciendo volar su imaginación, mientras jugaban, llegó Ramón, el hermano mayor de Leandra, a buscarlos, para que los niños fuesen a comer y hacer la tarea de la escuela.

En la noche, cuando estaban cenando, Leandra le contó a sus padres y a su hermano Ramón que ella había volado el papagayo por un buen tiempo, y además, les comentó lo alto que voló, con la fuerza del viento, y finalmente, les comentó, que cuando el papagayo estaba a punto de llegar a la tierra, se cayó y no pudieron levantarlo, así que se golpeó un poco, pero no se dañó.

Ramón y el padre de Leandra, le dijeron, que la caída se debió a la gravedad y la falta de viento, ya que cuando el papagayo estaba a baja altura, la fuerza del viento bajo y como el papagayo, no tenía una fuerza que lo impulsara, se vino a tierra. Leandra, a partir de ese momento, comenzó a hacerle preguntas a su padre y a su hermano sobre la gravedad y los vuelos y los elementos que usaban los aviones y las naves espaciales para vencer la gravedad, teniendo una tertulia familiar muy científica, que estimuló mucho los pensamientos de la niña.

Cuando Leandra se acostó a dormir, tuvo un sueño, en ese sueño, ella y Rubén, habían construido un enorme papagayo espacial, con la idea de subir lo más alto en el cielo para ver a las estrellas y tal vez para ir a la luna y para marte. Pero lo podrían hacer solo dependiendo de la velocidad del viento, ya que tenían que llegar antes de la hora de la merienda para no preocupar a sus madres.

Leandra y Rubén, habían construido su papagayo espacial, con un material nuevo y poco conocido, que era muy resistente a los golpes y la erosión, de modo que los protegiera de los rayos del sol y de una caída, si el viento paraba en su viaje y la gravedad, los obligaba a bajar de manera rápida y no controlada a la tierra.

Ella, como capitana, había decidido partir en el papagayo espacial, justo a las 10 de la mañana del día siguiente, ya que según había visto en la televisión, habría vientos muy fuertes y casi huracanados. A las nueve y cincuenta y ocho, ella y Rubén, estaban ya en sus puestos dentro de la estructura de su papagayo espacial; ellos ya estaban en la cuenta regresiva.

Leandra, como buena capitana, volvió a preguntar a su amigo y copiloto si todo estaba óptimo y seguro para el viaje, y Rubén le dijo que sí, y que además, él había puesto otro sistema de seguridad en la bobina del cable, amarrándolo a un tractor, para que el viento no la moviera de su posición inicial. Leandra lo felicitó y le dijo, ‘‘Listos para despegar’’ y comenzó a contar 5,4,3,2,1 y cuando llegó al 1, el papagayo comenzó a elevarse suavemente, y después comenzó a tomar altura y rapidez.

En su sueño, todo era maravilloso, ya habían llegado a la estratosfera y cuando vieron la hora en el panel de negación del papagayo, se dieron cuenta de que era temprano todavía, y decidieron partir hacia la luna. Pero en el camino hacia la luna, el viento se paró y el papagayo espacial, comenzó a caer, a la tierra, debido a la fuerza de atracción de la gravedad.

Leandra le dijo a Rubén que no se preocupara y que iniciara el plan de emergencia, Rubén hizo lo que la capitana le indicó, tomo el mando de la bobina del cable sujetador en el panel de control y le dio la orden de recolección a velocidad media y así fueron bajando, creando resistencia con la presión que generaba la velocidad de recogida del cable, lo que le permitía a la capitana Leandra mantener el control de la nave.

Cuando ya estaban llegando a la tierra, ellos veían su casa pequeña y los animales de la granja como pequeños puntos, en ese momento, el papagayo, comenzó a caer con mayor velocidad, Leandra, dio la orden de máxima velocidad de recolección del cable, Rubén lo hizo, pero la velocidad de caída todavía era muy fuerte. En ese momento, Leandra, asustada, dijo «debemos mantener la calma» y Rubén asintió con la cabeza.

—Capitana Leandra, voy a probar uno de mis inventos, creo que con él, podremos someter la caída a la que nos somete la gravedad.— Dijo Rubén.

—Adelante, probemos, no tenemos nada que perder, pero mucho que ganar si funciona.— Dijo la capitana, que luchaba por mantener el control del papagayo espacial.

Rubén abrió su mochila, y después de sacar unas galletas, un termo con chocolate y su sandwichera, encontró lo que estaba buscando, —Lo encontré— dijo mientras abría la caja y sacaba un aparato, en ese momento lo encendió y un enorme aro de luz resplandeciente rodeó el papagayo espacial y este dejó de caer, cuando estaba a unos quinientos metros del suelo.

La capitana, miró sorprendida a Rubén y le preguntó —¿Qué es eso, Rubén?—

Es mi generador de fuerza magnética capitana, se mantiene con la energía de los polos magnéticos de la Tierra, y nos ayuda a dominar la gravedad.

La capitana Leandra bajó con seguridad su papagayo espacial a la tierra, cumpliendo una primera misión exitosa.

Al poco tiempo de terminarse el sueño, su madre despertó a Leandra para ir a la escuela. Ella, como todos los días, se encontró con Rubén y se fueron juntos a esperar el autobús de la escuela. Mientras esperaban, ella le contó su sueño a Rubén y ambos estaban muy emocionados.

En la escuela, en la clase de ciencias, ambos sometieron al profesor a una serie de preguntas, que lo dejaron boquiabierto. Ese día ella y Rubén decidieron hacerse científicos. Leandra recordaba esto, cuando se escuchó una voz por la radio. —Capitana Leandra, está lista para la misión.— Dijeron desde la torre de control.

—La tripulación y todo listo y revisado, para partir Houston. Iniciando la cuenta regresiva para el despegue de nuestro gran ‘‘Papayo Espacial’’. — Dijo Leandra, quien ahora era astrofísica, y la astronauta que comandaba el primer viaje de la NASA a Marte.

Gracias por leerme.