Hoy, cuando vi la foto de la niña sembrando el árbol, me recordé de las actividades que hacíamos cuando éramos niños en el Día del Árbol.

Una de las actividades más bonitas que tuve en esa época, fue cuando todo el salón se fue con la profesora a sembrar árboles en el Ávila, ese día subimos caminando por un largo camino, y recortamos la vía a través de unas trochas, para llegar a un área que era el cortafuegos.

Recuerdo que después del cortafuegos, el salón se reunió con otro grupo de niños, y recuerdo mucho que todos estábamos siendo organizados en pequeños grupos, y mi sorpresa fue, que cuando nos íbamos a dirigir a realizar la actividad, los responsables del grupo de niños, no eran los profesores, sino que eran otros niños, ellos eran más grandes que nosotros, tenían entre unos 12 y 15 años mientras que nosotros en el salón estábamos alrededor de los 7 y 9 años.

Y la única diferencia que había, entre nosotros y aquellos niños, es que ellos eran Boy Scouts. Recuerdo mucho el orden que tenían, la forma en que organizaban el trabajo y recuerdo mucho su vestimenta, con botines y botas, medias largas hasta las rodillas, camisas azules y unas corbatitas que parecían a los pañuelos que mi mamá usaba en la cabeza, para sostenerse el pelo.

Lo más interesante para mí, es que después de organizar lo de la siembra, y después de la merienda, los muchachos del salón en círculo con la profesora, y después de hacer unos juegos lúdicos para divertirnos. Los Boy Scouts tomaron el orden de la reunión y nos explicaron a todos los presentes, incluyendo a la profesora, cómo hacer una fogata, y después algunas cosas básicas de primeros auxilios, y lo último que nos enseñaron ese día, fue a realizar camillas, con las correas y las camisas.

Esa fue una de las experiencias más interesantes que tuve en esa época. Quedé muy entusiasmado con la actividad, pero no ingresé a los Scouts, sino que ingresé a una agrupación llamada la Banda Ciudadana. Ahí en la Banda ciudadana, tuve poco tiempo, y después me metí en un grupo de montañistas, que estaba formando uno de los vecinos del edificio, y con él y su grupo, si pude subir al Ávila, hacer montañismo, aprender primeros auxilios y hacer paseos largos en montañas y parques nacionales.

El final de la historia, es que gracias a una actividad del Día del Árbol, realizada en una escuela, me llevó, a realizar una de las actividades más creativas, placenteras, sanas y espirituales que he tenido la oportunidad de hacer.

De hecho, en estos días, estaba hablando con mi primo, para impulsar o motivar a sus hijos, a realizar actividades como los Boy Scouts, los grupos de rescate, los grupos de montañismo, o actividades por el estilo, debido a que las mismas, además de darles conocimientos, responsabilidad y seguridad en sus actos, también los ayudaría a separarse de los juegos en las computadoras, y a tener más contacto con otros niños y con la naturaleza.

En lo personal, todavía tengo mi equipo de montañismo completo y, aunque desde que tuve el accidente no he salido de nuevo de paseo, me hace mucha ilusión salir a la montaña, alejarse de la ciudad, de la tecnología y de la gente y pasar unos días de plenitud espiritual, en plena naturaleza, a ver si me animo a hacerlo, en algún momento.

Gracias por leerme

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