Mi esposa y yo siempre soñamos con París. Mejor dicho desde que nos conocimos siempre estuvo en nuestra lista de cosas por hacer y conocer, estaba poder viajar juntos como esposos a la ciudad del amor y de los sueños París, y hoy por fin nuestro sueño se ha cumplido, las imágenes de la Torre Eiffel, el Louvre y los Campos Elíseos siempre inundaban nuestra imaginación.

Siempre estuvo muy presente que el día que pudiéramos viajar a París teníamos que caminar por sus calles empedradas, disfrutar de un café en una terraza, comer el verdadero croissant, pero lo más importante es sentir la magia del amor que nos entrega la Ciudad Luz.

Muchos años después de esperar y espera y programar, por fin ese sueño se hizo realidad. Un viaje gratamente esperado por mi esposa y claro también por mí, poder llegar a París nos llenó de emoción. Al llegar pudimos ver como la Torre Eiffel se impone ante nosotros, majestuosa e iluminada. Era incluso más hermosa de lo que había imaginado, y aún no lo creo, simplemente sigo pensando que todo lo que estoy escribiendo es producto de mi gran imaginación.

Definitivamente, fue o era como un gran sueño, ella y yo recorrimos toda la ciudad con entusiasmo, nos parábamos a cada rato visitando cada rincón emblemático no podía dejar pasar por alto cada uno de esos momentos y de esos sitios. La bohemia del Barrio Latino, la elegancia de la Place de la Concorde, la majestuosidad de Notre-Dame. París era un festín para nuestros sentidos.

No puedo dejar de recordar el mejor momento, el cual fue algo cumbre, cuando llegó el atardecer, nos encontramos frente a la Torre Eiffel. La luz dorada del sol la bañaba, creando una atmósfera mágica. De pie, con la torre a nuestras espaldas, tomamos la foto soñada.

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