Pront: ¡Engánchalo!

Hace un tiempo atrás, yo me fui en caravana, llevando el auto rústico de un amigo a su finca en el Estado Yaracuy. Él iba en su camioneta, una F100, cargada con materiales, comida para la familia y alimento y vacunas para unos cochinos que estaban empezando a criar.

Sin embargo, él había decidido comprar un viejo jeep willys, para tenerlo dentro de la finca, debido a que había zonas en ella que quedaban totalmente anegadas en tiempos de lluvia, y cuando se vio en la necesidad de pensar un rústico para el traslado interno, pensó en el 4 x 4, más famoso de la historia.

Y resulta, que un tío de su esposa tenía un willys, totalmente abandonado en Ciudad Bolívar, así, que Marcos habló con el señor, le ofreció un trato y finalmente realizaron el negocio. Así que lo primero que hicimos, después de la compra del auto, fue contratar una grúa, enganchar el auto y subirlo a la batea, para después llevarlo al taller de un amigo en Puerto La Cruz.

Pasaron varias semanas mientras se conseguían todos los repuestos que se necesitaban, y después de terminar al carro a nivel mecánico, Marcos, lo mandó a pintar de amarillo. El carro, por supuesto, tenía una fuerza terrible, y además se colocó un winche en la parte delantera en el mataburros, y además se colocó otro en una estructura mandada hacer en la parte trasera.

A mí realmente me pareció una exageración, y cuando le pregunté a Marcos, él me dijo: “Tranquilo, Oso, sé bien lo que hago”. Y recuerdo que, después de tener todo listo, llevamos el willys, en caravana, a Caracas. Y nuestra mayor preocupación era que el carro no tenía puertas, y eso podía causar algunos problemas en la carretera.

Sin embargo, no hubo ningún tipo de problemas, ni en el viaje a Caracas, ni en el posterior viaje a Yaracuy. Pero cuando llegamos a la finca, vi la razón de la compra del willys. Y eso se debió, a que en los caminos de la matera, la F100, que estaba totalmente cargada, se quedó pegada en lodazal y realmente era imposible hacerla mover.

En ese momento, Marcos, me gritó que pasara con el willys, así que lo primero que hice fue bajarme del jeep, colocar los acopladores, ponerlo en 4 X 4 y pasar hacia adelante de la camioneta. Y luego retrocedí hasta quedar bastante cerca de la camioneta, me monté por encima y puse los pies entre la parte trasera del willys y metí un pie en el barro hasta ponerlo sobre el para choque de la camioneta.

Marcos no salió de la camioneta, ya que el barro, casi llegaba a la mitad de la puerta. Él estaba junto a su perro, esperando a ver si yo podía resolver el problema. Así que lo que hice, fue colocar el gancho del winche en el aro de arrastre que estaba debajo de la placa, y esto lo hice a tientas, ya que el mismo estaba debajo del barro.

Y después de asegurarme que el winche trasero estaba bien colocado, regresé a la cabina del willys, y sentado en el fango, lo arranqué y logré salir del lodazal casi sin problemas. En ese momento, lo que me vino a la cabeza fueron los cuentos que había escuchado de la enorme fuerza del willys.

Cuando estaba en la parte seca, después de la subida del barrial, trate de alar la camioneta con el winche, pero apenas se movía, así que trate de sacarlos acelerando y cuando voltee atrás vi a Marcos haciendo señas, en ese momento apagué el auto y me baje para poder escucharlo y sus órdenes fueron claras: “Para sacarme de aquí, saca el cable del winche delantero, engánchalo al árbol grande y hala con el winche”.

Y así lo hicimos, y efectivamente sacamos la camioneta. Al salir del lodazal, marcos y su perro, estaban bien y no mojados, ya que el barro no pasó por las puertas cerradas, y la presión del mismo, tampoco permitió que Marcos pudiese abrir la puerta.

Al llegar a la finca, la familia que vivía ahí, y cuidaba de la finca cuando Marcos no estaba, nos ayudó a bajar las cosas y, en cuanto a mí, se burlaron bastante, ya que estaba todo lleno de barro.

Y la cara del cuidador fue un poema. Cuando le di las lleves del willys, le dije: "En tres días cuando nos vayamos, tú serás el que se llene de barro, ya que este auto se queda aquí en la finca".

Así fue que entendí, la insistencia de Marcos, por tener un willys en perfectas condiciones para su finca, y el porqué le colocaron los dos winches al carro. Ya que en la mente de Marcos, hablaba la voz de la experiencia que había vivido anteriormente.

Muchas gracias, por leerme.

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Pront: Hook it!

A while ago, I went by caravan, taking a friend's rustic car to his farm in the Yaracuy State. He was in his truck, an F100, loaded with materials, food for the family and food and vaccines for some pigs that were starting to breed.

However, he had decided to buy an old willys jeep, to have it inside the farm, because there were areas in it that were completely flooded in rainy times, and when he saw the need to think of a rustic for the internal transfer, he thought of the 4 x 4, the most famous in history.

And it turns out that an uncle of his wife had a willys, totally abandoned in Ciudad Bolivar, so Marcos talked to the man, offered him a deal and finally they did the business. So the first thing we did, after buying the car, was to hire a tow truck, hook up the car and put it on the pallet, and then take it to a friend's workshop in Puerto La Cruz.

Several weeks passed while all the necessary spare parts were obtained, and after finishing the car on a mechanical level, Marcos, sent it to be painted yellow. The cart, of course, had terrible strength, and in addition a winch was placed in the front on the mataburros, and in addition another was placed on a structure ordered to be made in the rear.

It really seemed like an exaggeration to me, and when I asked Marcos, he said, "Relax, Bear, I know what I'm doing well.” And I remember that, after having everything ready, we took the willys, by caravan, to Caracas. And our biggest concern was that the car had no doors, and that could cause some problems on the road.

However, there were no problems of any kind, neither on the trip to Caracas, nor on the subsequent trip to Yaracuy. But when we arrived at the farm, I saw the reason for the purchase of the willys. And that was because, on the roads of the matera, the F100, which was fully loaded, got stuck in mud and it was really impossible to make it move.

At that moment, Marcos, yelled at me to pass with the willys, so the first thing I did was get out of the jeep, put the couplers on, put it on 4 X 4 and pass forward of the van. And then I backed up until I was pretty close to the truck, got on top of it and put my feet between the back of the willys and put one foot in the mud until I put it on the to crash the truck.

Marcos did not get out of the truck, as the mud, almost reached the middle of the door. He was standing next to his dog, waiting to see if I could solve the problem. So what I did, was to place the winch hook on the drag ring that was under the plate, and this I did by fumbling, since the same was under the mud.

And after making sure that the rear winch was properly placed, I returned to the cabin of the willys, and sitting in the mud, I started it and managed to get out of the quagmire almost without problems. At that moment, what came to my mind were the tales I had heard about the enormous strength of the willys.

When I was in the dry part, after the ascent of the neighborhood, I tried to wing the truck with the winch, but it was barely moving, so I tried to get them out by accelerating and when I turned back I saw Marcos beckoning, at that moment I turned off the car and got out so I could hear him and his orders were clear: “To get me out of here, take out the cable from the front winch, hook it to the big tree and pull with the winch.”

And so we did, and we actually took the van out. When they got out of the mud, Marcos and his dog were fine and not wet, since the mud did not pass through the closed doors, and the pressure of it did not allow Marcos to open the door either.

When we arrived at the farm, the family that lived there, and took care of the farm when Marcos was away, helped us to take things down and, as for me, they made fun quite a lot, since it was all full of mud.

And the caretaker's face was a poem. When I gave him the willys rides, I told him, "In three days when we leave, you'll be the one who gets muddy, since this car stays here on the farm."

So it was that I understood, the insistence of Marcos, to have a willys in perfect condition for his farm, and why they put the two winches to the car. For in Mark's mind, the voice of the experience he had previously lived spoke.

Thank you very much, for reading me.

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