Esta historia la escuché de un bardo en decadencia al que le regalé un par de bronces que difícilmente le alcanzaban para tomarse una jarra de vino más.
Según él, la presenció cuando aún tenía dos buenos ojos. Hoy la comparto con vosotros.
Acercaos.
—Tranquilo —dijo Lady Brenda, quien de dama solo llevaba las bragas— no hay necesidad de tanta violencia. Y tiró su espada al suelo, poco a poco fueron cayendo las partes de su armadura frente a Sir Gwen. Primero el yelmo soltando su largo cabello que brillaba con los ases de luz que se colaban por entre las hojas de un arce rojísimo. Luego se deshizo de las hombreras, el peto, los guantes, las grebas y sus botas.
Brenda solo vestía una toga de seda transparente que pareciera que fuera a ser perforada por sus pezones.
Gwen tragó en seco, dejó a un lado la maza, aún desconfiado, se adelantó y cacheó a Brenda por si tenía algún arma oculta. Luego la tomó por la cintura y fue deslizando su mano por sus nalgas tersas. Lady Brenda tomó aire, se erizó de pies a cabeza, haló a Sir Gwen contra sí y lo besó, comenzó a despojarlo de su armadura y cuando este terminó completamente desnudo fue recorriendo cada centímetro de su pecho con la lengua, bajó más hasta los abdominales bien marcados, cada cicatriz de batalla la excitaba más. Brenda siguió su camino hasta que sus labios se encontraron con el duro miembro de Gwen, así lo rodeo con su lengua y comenzó a succionarlo con destreza mientras ella misma se daba placer con los dedos, estaba muy húmeda.
Él la hizo levantarse y la recostó a la ventana, estaba ansioso por penetrarla, ella misma la tomó en sus manos y se la introdujo suavemente, el calor y la excitación hizo que Gwen tuviera que contenerse para no descargar enseguida, pero aun así no pudo aguantar mucho tiempo. Brenda sabía lo que estaba haciendo y en pocos minutos terminó con su rival, desfallecido de placer.
Luego se tendieron en el suelo, él acostado boca arriba, se fumaba una larga pipa de ébano, ella se apoyaba en su pecho, se hacía la dormida, pero estaba maquinando una forma de acabar con él.
Cerca estaba el equipamiento de Sir Gwen, la masa y un cuchillo con una cabeza oso (símbolo de su casa) en su empuñadura. Quizá sería una manera rápida de terminar con la vida del guerrero —Pensó Lady Brenda—, entonces tomó la decisión, fue deslizándose hasta la pelvis de Gwen, seduciéndolo como si fuera a practicarle nuevamente una felación, Sir Gwen se llevó las manos detrás de la cabeza, en pose de macho dominante, se había confiado demasiado.
Brenda agarró con una mano su miembro y con la otra buscó a tientas el cuchillo, Gwen estaba en éxtasis, pero aun así miró con el rabillo del ojo y se dio cuenta de que algo iba mal. Se fue a incorporar, pero ya era muy tarde, la hoja de su propia daga le penetró como un rayo en su estómago.
—¡Puta de mierda! —gritó adolorido—.
Brenda se incorporó, fue a agarrar su espada, pero Gwen la empujó con un pie de una patada. Ella intentó desesperadamente recoger el arma, pero Sir Gwen blandió su maza en un movimiento rápido; la hizo volar por encima de su cabeza y asestó un golpe seco en la cara de Brenda contra la pared.
Cuando despegó la masa, los ojos de la muchacha cayeron rondando por su cuerpo y fueron a parar a un agujero de hurones, como dos pelotas de golf.
Gracias por leer.
I heard this story from a decaying bard to whom I gave a pair of bronzes that were hardly enough for him to have one more jug of wine.
According to him, he witnessed it when he still had two good eyes. I am sharing it with you today.
Come closer.
—Calm down, —Lady Brenda said, who as a lady wore only her panties— there is no need for such violence. And he threw his sword to the ground. Little by little, the pieces of his armor fell in front of Sir Gwen. First, the helm let go of his long hair that shone with the aces of light that slipped through the leaves of a red maple. Then he got rid of the shoulder pads, the bib, the gloves, the graves, and his boots.
Brenda was only wearing a transparent silk toga that looked like it was going to be pierced by the warrior's nipples.
Gwen swallowed dryly, put the mace aside, still distrustful, stepped forward, and searched Brenda in case she had any hidden weapons. Then he took her by the waist and started sliding his hand over her smooth buttocks. Lady Brenda took a breath, bristled from head to toe, pulled Sir Gwen against her, and kissed him. He began to strip him of his armor and when he finished completely naked, he was running every inch of his chest with his tongue. He went down more to the well-marked abs. Each battle scar excited her more. Brenda continued on her way until her lips met Gwen's hard member, so she surrounded it with her tongue and began to suck it deftly while she herself pleasured herself with her fingers. She was very wet.
He made her get up and leaned her against the window. He was eager to penetrate her. She herself took her in her hands and gently introduced her. The heat and excitement made Gwen have to restrain herself so as not to unload right away, but still she could not hold on for long. Brenda knew what she was doing, and in a few minutes, she was finished with her rival, fainting with pleasure.
Then they lay on the floor. He was lying on his back, smoking a long ebony pipe. She was leaning on his chest, pretending to be asleep, but she was plotting a way to finish him off.
Nearby was Sir Gwen's equipment, dough, and a knife with a bear head (symbol of his house) on its hilt. Perhaps it would be a quick way to end the warrior's life —Lady Brenda thought— then she made the decision. She was sliding up to Gwen's pelvis, seducing him as if she were going to practice fellatio on him again. Sir Gwen took his hands behind his head. He had trusted himself too much.
Brenda grabbed his member with one hand and, with the other, groped for the knife. Gwen was in ecstasy, but still looked out of the corner of her eye and realized that something was wrong. He went to sleep, but it was too late. The blade of his dagger penetrated like lightning into his stomach.
—You fucking bitch! He cried out in pain.
Brenda stood up and went to grab her sword, but Gwen pushed her with one foot and one kick. She desperately tried to pick up the weapon, but Sir Gwen brandished his mace in a quick movement; it flew over her head and dealt a blow straight to Brenda's face against the wall.
When the dough took off, the girl's eyes fell around her body and ended up in a ferret hole, like two golf balls.
Thank your for reading
Autor/Author: @noakmilo
Vaya relato, con un final triste y viceral. Pobre chica, al final la destreza de Gwen terminó ganando. Claro, el también se llevó su parte jaja 🙈.
Un gusto leerte ⭐
No sabemos si sobrevivió, el bardo terminó dormido sobre la mesa a causa de la borrachera y no terminó de contarme la historia. Espero volver a verle e indagar más, mi buen amigo.