Cuando el que haría al hombre comenzó a hacer su obra, pensó que podía hacerlo diferente, pero igual, por lo que intentó tomar de cada una de las otras obras que habían creado los dioses y las amalgamó en una sola.

Cuando vio el mar quedó tan maravillado que tuvo la certeza que su criatura debía tener parte de aquella obra en su interior. Entonces tomó un poco, lo que entraba en la palma de su mano y amasó el polvo para convertirlo en barro. Entre las manos, el barro adquiría formas hermosas, moldeables, fléxibles, dóciles y el dios, dispuesto a todo, entregó un poco de su aliento, un leve soplo a lo que llamó hálito de vida y aquel trozo de barro comenzó a respirar.

Lo mismo ocurrió con los árboles y las montañas. De los árboles le impresionó su capacidad de crecimiento, su desprendimiento para dar cobijo, sombra y frutos; y de las montañas, su fuerza, la fortaleza de permanecer imperturbable a pesar de los temblores o movimientos sísmicos. De las dos obras tomó grandes cantidades y siguió amasando.

Ya en ese momento el universo estaba casi hecho, pero solo faltaba el hombre. Quería el dios que aquella criatura fuera la más perfecta de todas. Entonces miró los pájaros y pensó que no solo tomaría el canto, también su vuelo. Porque si había una criatura que merecía volar, era la suya, pensó el dios satisfecho.

Como si fuera un artista y no un dios, aunque muchos artistas son creadores, empezó a darle forma a su obra. Cuando estuvo hecha, los otros vinieron a verla y se burlaron porque había tardado tanto tiempo y la criatura que había hecho parecía igual a los otros animales y hasta imperfecta. Sin embargo, aquel dios sabía que era diferente.

_Ya verán cuando brote de él lo que ustedes han hecho con los otros.

Y así, la primera sorpresa fue cuando apareció el mar. No solo salía por su cuerpo en forma de sudor, sino en forma de lágrimas. Gruesas lágrimas saladas que hablaban del infinito que aquella criatura llevaba por dentro. Igualmente, quedaron asombrados cuando apareció el árbol: hombre protector, que abraza y da frutos. Sin mencionar cuando fue visible la montaña: la serenidad, a pesar de los movimientos telúricos y significativos en su interior.

Pero no hubo mayor asombro que cuando brotó el pájaro, porque con aqquella cualidad el hombre fue más perfecto: No solo sabía que podía volar en sus pensamientos, su espíritu, su alma, sino que tenía un canto, la palabra, que podía utilizar para ser escuchado. Entonces, los otros dioses, opacados, pidieron que aquella criatura al nacer no tuviera todas esas cualidades, que las fuera adquiriendo poco a poco.

Y es así que lo primero que sale es el mar, luego los árboles y las montañas, y finalmente el pájaro. Cuentan algunas leyendas, que algunos hombres mueren sin conocer esa ultima fase evolutiva: que jamás lograron volar y aunque hablaban, jamás fueron escuchados por nadie.

UNTIL A FUTURE STORY, FRIENDS/ HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS