Web castration (Castración web) [EN/ES]

“Go ahead, Mr. President, it's a foolproof strategy. In this world where freedom of speech is a time bomb for governments, we need to control the herd so they keep working and contributing to the system.” The minister of the red country urged the ruler.

“I don't know, it's too risky. People won't look kindly on cyber restrictions and surveillance.” The president took off his glasses and massaged his temples with his index fingers.

“Mr. President, people are tired of your political decisions. This could lead to a popular uprising.” The man with slanted eyes paced around the office. “The internet and social media make it easy for people to organize and start inciting a popular revolt.”

“That's true. Our neighboring country has had problems with that, and the president had no choice but to start killing people and violently repressing them to stay in power.”

“That's right, Mr. President. And you don't want to become a genocidal maniac, who in the eyes of the world will be called a dictator or a tyrant.” The Asian man sat down and placed the contract on the table for the red country to take control of cyber surveillance. “The sum is not very high and you will reap many benefits. In the end, you will thank us.”

The president took the document and glanced at it quickly. “It seems very sensible. I think it's the best thing I can do to stay in power.”

“You won't regret it, Mr. President. Look, we control internet access in several countries, and so far those places live in peace with people under control and order.” The red minister handed the president a pen. “You'll thank us, you'll see, Mr. President.” The man's black eyes watched as the president's hand wrote on the document and then smiled.

The two men shook hands, sealing the fate of the president and millions of citizens. The Eastern country began to take control and monitor all activities that seemed suspicious to them. Arrests skyrocketed, mostly of political activists who openly criticized the government.

Internet restrictions had become severe, and the surveillance of millions of people and their activities was the order of the day. The government began awareness campaigns to promote the proper use of social media; in other words, people could not talk about politics, much less organize protest marches.

For many months, the government was calm. There were hardly any posts about politics on social media, and the people were under control. But what the president did not know was that discontent continued to grow among people tired of so much arbitrariness.

“I am very happy with your work. You have worked a miracle with these people, and now they walk like sheep. Congratulations.” The president shook the Asian man's hand.

“I told you, Mr. President. Now you have nothing to worry about.” The Oriental man smiled.

The days went by, and the president decided to take a break and enjoy the privileges that his position offered him. He turned on the television and saw a news report that made his blood run cold. He paid close attention to what the anchor was reporting. “In the Himalayan country, there has been a popular uprising. All this was due to bad government policies and also to the government's control of the internet. The president has had to flee the country in fear for his life...”

The president quickly got up and called the Asian man. “Are you watching the news? I thought I heard you say that the Himalayan country was one where you controlled the web.”

“That's right, but you don't have to worry. We've already taken steps to prevent that from happening here.” The Asian man sounded very calm.

“What have you done?” the president asked anxiously.

“We have shut down all social media, so we will prevent people from organizing, and we have begun persecuting some people who were inciting rebellion.”

“Do you think that will calm people down?” The president sounded disturbed.

“I already told you, don't worry, we have everything under control. I'll keep you informed of any developments.” The Asian man hung up the phone.

The next day, the streets of the capital began to fill with angry people, tired of so much abuse and incompetence. Protests broke out across the country, creating a political crisis. Rebels had taken over all government buildings, and the rule of law had disappeared.

For several days, protests took over the country. Violence and death lurked in the streets, where a single voice demanded freedom. The president could no longer hold on to power and resigned. As he tried to escape, he was caught by the rebels and days later was tried for corruption, genocide, and poor government policies.

People can endure, but they cannot submit, and when they tire, inevitable change comes.

«Anímese, señor presidente, es una estrategia sin fallas. En este mundo donde la libertad de decir lo que se piensa, es una bomba de tiempo para los gobiernos, necesitamos controlar al rebaño, para que sigan trabajando y aportando al sistema». El ministro del país rojo instaba al gobernante.

«No sé, es muy arriesgado. La gente no verá con buenos ojos la restricción y la vigilancia cibernética». El presidente se sacaba las gafas y se masajeaba la cien con los dedos índices.

«Señor presidente, la gente está cansada de sus decisiones políticas, esto puede dar lugar a un levantamiento popular». El hombre de ojos rasgados se paseaba por la oficina. «El internet y las redes sociales facilitan que la gente se organice y empiecen a incitar una revuelta popular».

«Eso es verdad. Nuestro país vecino ha tenido problemas con eso y al presidente no le quedó otra que empezar a asesinar gente y reprimir violentamente para mantenerse en el poder».

«Así es, señor presidente. Y usted no quiere convertirse en un genocida, que ante los ojos de mundo sea llamado dictador o tirano». El hombre asiático se sentaba y colocaba en la mesa el contrato para que el país rojo tomara el control de la vigilancia cibernética. «La suma no es muy alta y tendrá muchos beneficios. Al final, terminará agradeciéndonos».

El presidente tomaba el documento y le daba un vistazo rápidamente. «Parece muy sensato. Creo que es lo mejor que puedo hacer para seguir en el poder».

«No se arrepentirá, señor presidente. Mire que nosotros controlamos acceso a internet de varios países, hasta el momento aquellos lugares viven en paz con gente controlada y bajo el orden». El ministro rojo le pasaba a un bolígrafo al presidente. «Nos agradecerá, ya lo vera, señor presidente». Los ojos negros del hombre miraban como la mano del presidente escribía sobre el documento y luego pintaba en su rostro una sonrisa.

Los dos hombres estrechaban las manos y sellando en ese trato el destino del presidente y de millones de ciudadanos. El país del Oriente empezó a tomar control y a vigilar todas las actividades que les parecían sospechosas. Las detenciones se dispararon, en su mayoría activistas políticos que criticaban abiertamente al gobierno.

La restricción de Internet se había hecho severa y la vigilancia de millones y sus actividades estaba a la orden del día. El gobierno empezó con las campañas de concienciación para hacer buen uso de las redes sociales, en otras palabras, no se podía hablar de política y mucho menos organizar marchas de protesta.

Por muchos meses el gobierno estaba tranquilo, en las redes sociales ya casi no se publicaba sobre política y la gente estaba bajo control, pero lo que no sabía el presidente era que el malestar seguía creciendo entre las personas cansadas de tantas arbitrariedades.

«Estoy muy contento con su trabajo. Han hecho un milagro con esta gente y ahora andan como ovejitas. Felicitaciones». El presidente estrechaba la mano del hombre asiático.

«Se lo dije, señor presidente. Ahora no tiene de que preocuparse». El hombre oriental sonreía.

Los días seguían pasando, el presidente se dispuso a tomar un descanso y disfrutar de los privilegios que su cargo le ofrecía. Prendió el televisor y vio una noticia que le helo la sangre. Prestó mucha atención a lo que la presentadora reportaba. «En el país del Himalaya, se ha producido un levantamiento popular. Todo esto se debió a las malas políticas gubernamentales y además al control de internet ejercido por gobierno. El presidente ha tenido que huir del país temiendo por su vida...».

El presidente se levantaba rápidamente y llamaba al hombre asiático. «¿Está viendo las noticias? Creí haberle escuchado que el país del Himalaya era uno donde ustedes controlaban la web».

«Así es, pero no debe preocuparse. Ya tomamos cartas en el asunto para evitar que suceda eso acá». El hombre oriental sonaba muy tranquilo.

«¿Qué ha hecho?». El presidente preguntaba angustiosamente.

«Hemos cerrado todas las redes sociales, así evitaremos que la gente se organice y empezamos con la persecución de algunas personas que incitaban a revelarse».

«¿Usted cree que con eso, la gente se calmará?». Presidente se oía perturbado.

«Ya le dije, no se preocupe tenemos todo bajo control. Le estaré informando cualquier novedad». El hombre asiático colgaba el teléfono.

Al día siguiente, las calles de la capital empezaron a llenarse de gente furiosa y cansada de tanto atropello e incompetencia. Las protestas estallaron por todo el país creando una crisis política. Los rebeldes se había tomado todos los edificios gubernamentales, y el estado de derecho había desaparecido.

Durante varios días, las protestas se tomaron el país. La violencia y la muerte rondaba por las calles donde a una sola voz se exigía libertad. El presidente no pudo sostenerse más en el poder y dimitió, al querer escapar fue atrapado por los rebeldes y días después fue enjuiciado por corrupción, genocidio y malas políticas gubernamentales.

La gente puede aguantar, pero no someterse y cuando se cansan, llegan los cambios inevitables.