[ENGLISH VERSION]
Sadie, the mayor, was an enigma wrapped in velvet. His elegance was as refined as his thirst was insatiable. The crimson stain on his white shirt collar, an accident, had triggered a witch hunt that shook the foundations of the small town.
The blood bank, a charitable institution founded by him, had become the epicenter of suspicion. Rumors slithered like serpents through the cobbled streets: blood transfusions, disappearances, dark rituals. Sadie's political rival had spread the rumor that another political rival of Sadie's had been found dead in a dark alley and that, coincidentally, a small red stain had been found on the mayor's white collar. The local journalist, a man obsessed with the truth, dug deep into the shadows, searching for evidence to corroborate the most outlandish theories.
Confined to his office, Sadie contemplated the city from his window. The lights twinkled like fireflies, creating a hypnotic spectacle. He felt a pang of nostalgia. He had come to this place seeking refuge, a place where he could be himself, without masks or disguises. But the city, like a living organism, had devoured him.
The stain, a trivial incident, had become the seed of discord. Sadie's political rival, an envious and opportunistic little man, had seen in that small mark a golden opportunity. With the skill of a tailor, he had sewn a cloak of suspicion around the mayor, making him the perfect scapegoat for the murder of his fellow party member.
"I remember when Sadie arrived," confessed the mayor's assistant in a confidential tone to the journalist who was digging deeper and deeper around Sadie. "He was an elegant man, with an aura of mystery that enveloped him like a fog. He spoke of progress, of innovation, of building a better future for all of us. And we believed him. We all believed him."
As the campaign intensified, new accusations surfaced. It was said that the blood bank, the institution that had saved so many lives, was actually a front to hide its true intentions. Some claimed that the blood they collected was not for donation, but to feed their insatiable thirst.
Rumors spread like wildfire, fueled by the shadows and secrets that surrounded the mayor. People began to notice strange details: Sadie's pallor, his aversion to sunlight, the unusual calm with which he faced the crisis.
A thorough investigation of the blood bank revealed that there had been donors from other cities who had disappeared without a trace, and that the bank's records contained numerous irregularities. Suspicions turned to certainties. Sadie was not just a vampire, but a monster who took advantage of the goodwill of the citizens.
The journalist, obsessed with the story and justice for his party comrade, as false accusations, the local newspaper published old documents linking Sadie to an alleged secret society, a brotherhood of beings of the night that had existed since time immemorial. The articles were circumstantial, but enough to fuel the flames of paranoia.
Sadie, from his office, watched as public opinion turned against him. His political rival, an insignificant little man, had become a hero for those seeking a scapegoat. The election campaign turned into a witch hunt.
"Sadie," said his assistant, a young idealist who had believed in his leader, "people are terrified. They say you're a monster."
"Lies," Sadie replied, his voice as cold as steel. "Lies to win votes."
But the reality was more complex. People feared the unknown, the different. A vampire in their town, an immortal being who fed on blood, was an idea too terrifying to accept.
Days passed and our protagonist found himself increasingly isolated in his office, which became his dungeon, only leaving his occupations to pay a late-night visit under the cover of the full moon.
The end came unexpectedly. One night, while wandering the halls of the blood bank, Sadie found himself in front of a mirror. His reflection looked at him with empty eyes. At that moment, he realized that he was no longer himself. He was just a puppet in the hands of more powerful forces.
However, the truth would be revealed. It turns out that the political rival, in his desire for power, had manipulated the evidence and spread false rumors. The blood bank was, in fact, a pioneering project in regenerative medicine, and the blood that was extracted was used to save lives. The stain on Sadie's neck was a side effect of a new experimental treatment that he had undergone himself.
Faced with this revelation, the people felt betrayed. Those who had believed the lies turned against those who had propagated them. The political rival was subjected to public scorn and hated by the masses.
However, Sadie, aware of the damage that rumors can create in the political arena, decided to disappear. He left the city in the darkness of the night, taking with him the secrets of the blood bank.
He disappeared without a trace, leaving behind an enigma that would endure for generations. Some said he had become a hermit on a desert island, others that he had ascended to a higher dimension. The truth is that only the story of a mayor who may have been a vampire remained.
[SPANISH VERSION]
Sadie, el alcalde, era un enigma envuelto en una capa de terciopelo. Su elegancia era tan refinada como su sed de éxito era insaciable. La mancha roja en el cuello blanco de su camisa, un accidente, había desencadenado una cacería de brujas que sacudía los cimientos de la pequeña ciudad.
El banco de sangre, una institución caritativa fundada por él, se había convertido en el epicentro de las sospechas. Los rumores se deslizaban como serpientes por las calles empedradas: transfusión de sangre, desapariciones, rituales oscuros.
El rival político de Sadie había soltado el rumor de que otro rival político de Sadie había sido hallado muerto en un oscuro callejón y que casualmente se había hallado una pequeña mancha roja en el cuello blanco del alcalde. El periodista local, un hombre obsesionado con la verdad, escarbaba en las sombras, buscando pruebas que corroboraran las más descabelladas teorías.
Encerrado en su despacho, Sadie contemplaba la ciudad desde su ventana. Las luces titilaban como luciérnagas, creando un espectáculo hipnótico. Sintió una punzada de nostalgia. Había llegado a este lugar buscando un refugio, un lugar donde pudiera ser él mismo, sin máscaras ni disfraces.
Pero la ciudad, como un organismo vivo, lo había devorado.
La mancha, un suceso insignificante, se había convertido en la semilla de la discordia. El rival político de Sadie, un hombrecillo envidioso y oportunista, había visto en aquella pequeña marca una oportunidad de oro. Con la habilidad de un sastre, había cosido un manto de sospechas alrededor del alcalde, convirtiéndolo en el chivo expiatorio perfecto para el asesinato de su compañero de partido político.
"Recuerdo cuando llegó Sadie," confesaba el asistente del alcalde en un tono confidencial al periodista que indagaba cada vez más profundo alrededor de Sadie. "Era un hombre elegante, con un aura de misterio que lo envolvía como una niebla. Hablaba de progreso, de innovación, de construir un futuro mejor para todos nosotros. Y lo creímos. Todos lo creímos".
A medida que la campaña se intensificaba, surgieron nuevas acusaciones. Se decía que el banco de sangre, esa institución que había salvado tantas vidas, era en realidad una fachada para ocultar sus verdaderas intenciones. Algunos aseguraban que la sangre que recolectaba no era para donar, sino para alimentar una extraña sed incontenible.
Los rumores se propagaban como pólvora, alimentados por las sombras y los secretos que rodeaban al alcalde. La gente comenzó a notar detalles extraños: la palidez de Sadie, su aversión a la luz del sol, la tranquilidad inusual con la que enfrentaba la crisis.
La investigación a fondo del banco de sangre descubrió que había donantes de otras ciudades que habían desaparecido sin dejar rastro, y que los registros del banco contenían numerosas irregularidades. Las sospechas se volvieron certezas. Sadie no era solo un vampiro, sino un monstruo que se aprovechaba de la buena voluntad de los ciudadanos.
El periodista, obsesionado con la historia y la justicia a su camarada de partido; escribía falsas acusaciones en el diario local, dónde publicaba antiguos documentos que vinculaban a Sadie con una supuesta sociedad secreta, una hermandad de seres de la noche que existían desde tiempos inmemoriales. Los artículos eran circunstanciales, pero suficiente para alimentar las llamas de la paranoia.
Sadie, desde su despacho, observaba cómo la opinión pública se volvía en su contra. Su rival político, un hombrecillo insignificante, se había convertido en un héroe para aquellos que buscaban un chivo expiatorio. La campaña electoral se transformó en una cacería de brujas.
"Sadie," dijo su asistente, un joven idealista que había creído en su líder, "la gente está aterrorizada. Dicen que eres un monstruo."
"Mentiras," respondió Sadie, su voz fría como el acero. "Mentiras para ganar votos."
Pero la realidad era más compleja. La gente temía lo desconocido, lo diferente. Un vampiro en su pueblo, un ser inmortal que se alimentaba de sangre, era una idea demasiado aterradora para aceptar.
Los días avanzaban y cada vez más nuestro protagonista se encontraba aislado en su oficina que se convirtió en su mazmorra, solo dejaba sus ocupaciones para dar una visita al banco de sangre, tarde en la noche bajo el abrigo de la luna llena.
El final llegó de manera inesperada. Una noche, mientras deambulaba por los pasillos del banco de sangre, Sadie se encontró frente a un espejo. Su reflejo lo miró con ojos vacíos. En ese instante, comprendió que ya no era él mismo. Era solo una marioneta en manos de fuerzas más poderosas.
No obstante, la verdad se revelaría. Resulta que el rival político, en su afán de poder, había manipulado las pruebas y difundido falsos rumores. El banco de sangre era, en realidad, un proyecto pionero en medicina regenerativa, y la sangre que se extraía era utilizada para salvar vidas. La mancha en el cuello de Sadie era una salpicadura cuando trabajaba en el nuevo tratamiento experimental que él mismo se había sometido.
Ante esta revelación, el pueblo se sintió traicionado. Los que habían creído en las mentiras se volvieron contra aquellos que las habían propagado. El rival político fue sometido al escarnio público y aborrecido por la masa.
Sin embargo, Sadie, consciente del daño de los rumores que la política puede crear en su afán de poder, decidió desaparecer. Abandonó la ciudad en la oscuridad de la noche, llevándose consigo los secretos del banco de sangre.
Desapareció sin dejar rastro, dejando tras de sí un enigma que perduraría por generaciones. Algunos decían que se había convertido en un ermitaño en una isla desierta, otros que había ascendido a una dimensión superior. Lo cierto es que solo quedó la historia de un alcalde que posiblemente fue un vampiro.
SOURCES:
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The English translation was done using https://gemini.google.com/.
This story is an entry for the S&S Invitational: Vampire Edition, a contest hosted by the Scholar and Scribe community.
I love this ! He saw himself in a mirror, so he can't have been a vampire. Which leaves us with.... a brilliant vampire story that has no vampires in it 😁
Hahaha thanks for noticing the detail, there are worse monsters in humanity, wink wink.
A very interesting story with a message that is more than horror, it is a dirty game of very current politics that does not change over time, just like a vampire.
Thanks for sharing your story.
Excellent day.