[ESP-ENG] Los solitarios (IV) | The solitaires (IV)

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Los solitarios (IV)

Estaba sentado en mi caballito de madera, galopando, cuando mi tutor entró en la habitación real. Intenté por todos los medios acelerar la marcha, pero empezó a acercarse hacia mí a una velocidad insospechada para una persona tan enfrascada en el estudio de la historia, de las constelaciones y de otros absurdos por el estilo. Las cosas se complicaron aun más cuando salieron, quién sabe de dónde, unos secuaces de la hechicera de tres piernas. Saqué entonces mi espada de madera y me dispuse a defender mi reino hasta las últimas consecuencias. A decir verdad, estaba rodeado. Mis posibilidades de triunfo eran escasas, incluso sin contar con que la hechicera de tres lenguas pinchudas podía lanzarme maldiciones a la distancia o surgir a partir de una lombriz de tierra, como es natural en las de su clase. Decidí, entonces, creo que sabiamente, enfrentar al enemigo más débil.
―Buenas tardes, su majestad. Hoy voy a contarle, como le prometí, una historia de animales.
―No me gusta la historia.
―Pero le gustan los animales.
―Pero no me gusta la historia.
―No se trata...
―Está bien ―lo interrumpí―, pero con una condición.
―¿Qué condición?
―Que en lugar de sentarse en esa silla, de espaldas a la ventana, como suele hacerlo, se siente en el caballito de madera.
―No creo que sea conveniente que me siente en el caballito, su majestad.
―Y yo no creo que sea conveniente que desobedezca una orden real. Además, el caballito es ideal, teniendo en cuenta que se trata de una historia de animales.
Mi tutor me miró durante unos segundos con odio. Después me miró durante unos segundos con resignación y se levantó de la silla. Yo me bajé del caballo y le respondí su mirada con una sonrisa triunfal. Entonces se sentó en el caballito, mientras yo me sentaba en la silla, de espaldas a la ventana. Lo que mi tutor no sabía era que mi pedido formaba parte de un plan de escape, es decir que lo había engañado para confundir a los secuaces de la hechicera de tres cerebros y tres corazones.
―Hace muchos años... ―comenzó mi tutor.
―¿Hace cuántos años? ―pregunté.
―Muchos años.
―Sí, pero ¿muchos como cincuenta, como cien o como quinientos?
Mi tutor me miró con odio por segunda vez en el día. Sin quererlo, había empezado a mecerse en el caballito, como un niño, probablemente como consecuencia de un hechizo. Cuando se dio cuenta, se puso rojo de vergüenza.
―Hace trescientos años... ―volvió a comenzar mi tutor.
―Si ocurrió hace trescientos años, pertenece a la historia. No me gusta la historia. Creí que eso había quedado claro.
―Hace trescientos años ―repitió casi con furia, remarcando bien cada palabra―, cuando Romualdo, el hijo del rey Felisberto, arribó a la isla, habitaban aquí animales fabulosos, que jamás habían sido vistos ni concebidos por el ser humano.
Mientras mi tutor se balanceaba en mi caballito de madera y comenzaba a contar su historia de animales fabulosos, me corrí un poco hacia la izquierda. Allí, los secuaces de la hechicera no podían verme. De todos modos, todavía empuñaba la espada, por si la hechicera descubría mi engaño.
―Entre esos animales destacaba una especie de paloma de proporciones gigantescas, a la cual el rey Romualdo bautizó como el solitario de Rodrigues, en honor a uno de los consejeros de su padre, de nombre Rodrigues, al que nunca nadie le había escuchado decir una palabra ni lo había visto compartir la mesa con ser humano alguno.
―¿Cuánto medía el solitario de Rodrigues?
―Según cuentan los pocos testimonios que han llegado a nuestros días, medía alrededor de noventa centímetros de largo.
―¿Noventa centímetros? ¿Le parece eso gigantesco? Cualquier perro vagabundo mide noventa centímetros de largo.
―Es gigantesco para una paloma.
―Pero, si no escuché mal, el solitario de Rodrigues era una especie de paloma, no una paloma. Será gigantesco para una paloma, pero no para un solitario de Rodrigues, que claramente no es una paloma.
Mi tutor respiró profundo y esperó unos segundos antes de proseguir con su relato.
―El solitario de Rodrigues, que era un animal parecido a una paloma, pero más grande, es decir, que era parecido a una paloma en varios aspectos, aunque no en su tamaño, que era superior al de una paloma, era un ave de color gris, de unos noventa centímetros de largo, o sea, mucho más grande que una paloma. Una de las características más llamativas de los solitarios de Rodrigues era que ponían un solo huevo y no permitían que ningún otro solitario de Rodrigues ni, en general, ningún otro animal, se acercara al nido. Además, el solitario de Rodrigues había perdido la capacidad de volar...
Como los secuaces de la hechicera no podían verme, pensaron que mi tutor, que hablaba sin cesar (ellos creían que era el rey), les estaba lanzando un maleficio. Escucharon las palabras huevo, nido y noventa centímetros, y tanto fue el terror que sintieron que uno de ellos pensó que se había convertido en nido, el otro que era un huevo dentro del nido y el tercero que era un enano de noventa centímetros que estaba empollando un huevo en un nido. Cuando la hechicera los vio desde el jardín de su casa, uno tirado en el piso, el otro encima, hecho bola y el tercero sentado arriba del segundo, empollando, soltó una carcajada y llamó a su mascota, la musaraña parlanchina, que también le encontró mucha gracia a la situación. Tanto se divirtió la hechicera que los convirtió en piedra, para inmortalizar ese momento, y se fue a preparar la cena, porque tanta risa le había dado hambre.
―Unos cincuenta años después de que llegara a la isla el rey Romualdo, ya no quedaba ningún solitario de Rodrigues ―continuó mi tutor―. Probablemente, los gatos, las ratas y los cerdos que llegaron con el rey en el barco se fueron comiendo sus huevos y el solitario de Rodrigues fue desapareciendo lentamente. Esta teoría parece estar apoyada, sobre todo, por testimonios de la época que hablaban de enormes ratas encontradas en las cercanías del bosque, cuyo tamaño solo podía explicarse por la ingesta de huevos de solitarios de Rodrigues. Aunque, según cuentan las malas lenguas, los solitarios de Rodrigues, a pesar de su nombre, eran muy confianzudos, lo que les llevaba frecuentemente a las cacerolas del palacio.
―¿Y no es posible que aun haya solitarios escondidos en el bosque? ―pregunté en una muestra de agradecimiento por haberme librado de la hechicera, aunque, debo reconocer que la historia del solitario de Rodrigues había empezado a interesarme.
―Cada cierto tiempo algún campesino asegura haber visto un animal cuya descripción coincide con la del solitario de Rodrigues, pero nunca más fue encontrado un ejemplar, ni vivo ni muerto. Hay que tener en cuenta que, de cuando en cuando, los campesinos también dicen, su majestad, que han visto lemures del tamaño de un orangután, hipopótamos enanos y otros animales fantásticos que solo pueden existir en la imaginación.
Me quedé un rato pensativo, mientras mi tutor se mecía feliz, como un niño, en mi caballito de madera. Entonces, calmado el hambre, la hechicera de tres nalgas y tres lunares en la barbilla se acordó del rey, que se había quedado allí detenido, mirando la estatua de secuaces, y lanzó un maleficio que hizo pedazos su caballo y dejó a mi tutor en el piso, dolorido y avergonzado, y al verdadero rey riéndose como un niño, que es lo que efectivamente era.


The solitaires (IV)

I was sitting on my little wooden horse, galloping along, when my tutor entered the royal room. I tried my best to speed up, but he began to approach me at an unsuspected speed for a person so engrossed in the study of history, constellations and other such absurdities. Things got even more complicated when some henchmen of the three-legged sorceress came out of who knows where. I then drew my wooden sword and set out to defend my kingdom to the last consequences. To tell the truth, I was surrounded. My chances of triumph were slim, even without counting on the fact that the three-tongued sorceress could hurl curses at me from a distance or emerge from an earthworm, as is natural for her kind. I decided, then, wisely I think, to take on the weaker enemy.
“Good afternoon, your majesty. Today I am going to tell you, as promised, an animal history.” [*]
“I don't like the history.”
“But you like animals.”
“But I don't like the history.”
“It's not about...”
“All right," I interrupted him, "but on one condition.”
“What condition?”
“That instead of sitting in that chair, with your back to the window, as you usually do, you sit on the little wooden horse.”
“I don't think it would be convenient for me to sit on the wooden horse, your majesty.”
“And I don't think it would be convenient for you to disobey a royal order. Besides, the little horse is ideal, considering that this is an animal story.”
My tutor looked at me for a few seconds with hatred. Then he looked at me for a few seconds with resignation and got out of the chair. I got off the horse and answered his gaze with a triumphant smile. Then he sat on the little horse, while I sat in the chair, my back to the window. What my tutor did not know was that my request was part of an escape plan, that is, that I had tricked him to confuse the henchmen of the three-brained, three-hearted sorceress.
“Many years ago...” my tutor began.
“How many years ago?” I asked.
“Many years ago.”
“Yes, but a lot, like fifty, like a hundred, like five hundred?”
My tutor looked at me with hatred for the second time that day. He had inadvertently started rocking on the little horse, like a child, probably because of a spell. When he realized it, he turned red with embarrassment.
“Three hundred years ago...” my tutor began again.
“If it happened three hundred years ago, it belongs to history. I don't like history. I thought that was clear.”
“Three hundred years ago," he repeated almost with fury, emphasizing each word well, "when Romualdo, the son of King Felisberto, arrived on the island, there lived here fabulous animals that had never been seen or conceived by human beings.”
As my tutor swung on my little wooden horse and began to tell his story of fabulous animals, I moved a little to the left. There, the sorceress's henchmen could not see me. However, I was still holding my sword, in case the sorceress discovered my deception.
“Among those animals was a kind of pigeon of gigantic proportions, which King Romualdo named Rodrigues' solitaire, in honor of one of his father's advisors, Rodrigues, whom no one had ever heard him say a word or seen him share a table with any human being.”
“How tall was the Rodrigues solitaire?”
“According to the few testimonies that have come down to us, he was about ninety centimeters long.”
“Ninety centimeters? Does that seem gigantic to you? Any stray dog is ninety centimeters long.”
“It's gigantic for a pigeon.”
“But, if I heard correctly, Rodrigues solitaire was a kind of pigeon, not a pigeon. It will be gigantic for a pigeon, but not for a Rodrigues solitaire, which is clearly not a pigeon.”
My tutor took a deep breath and waited a few seconds before continuing his story.
“The Rodrigues solitaire, which was an animal similar to a pigeon, but larger, that is, it was similar to a pigeon in several aspects, although not in its size, which was superior to that of a pigeon, was a gray bird, about ninety centimeters long, that is, much larger than a pigeon. One of the most striking characteristics of the Rodrigues solitaire was that it laid only one egg and did not allow any other Rodrigues solitaire or, in general, any other animal to approach the nest. In addition, the Rodrigues solitaire had lost the ability to fly...”
Since the sorceress's henchmen could not see me, they thought that my tutor, who talked incessantly (they thought he was the king), was casting an evil spell on them. They heard the words egg, nest, and ninety centimeters, and so much was the terror they felt that one of them thought he had become a nest, the other that he was an egg inside the nest, and the third that he was a ninety-centimeter dwarf hatching an egg in a nest. When the sorceress saw them from the garden of her house, one lying on the ground, the other on top, balled up, and the third sitting on top of the second, hatching, she burst out laughing and called her pet talking shrew, who also found the situation very funny. The sorceress was so amused that she turned them into stone, to immortalize that moment, and went to prepare dinner, because so much laughter had made her hungry.
“About fifty years after King Romualdo arrived on the island, there were no Rodrigues solitaire left," my tutor continued. "Probably, the cats, rats and pigs that arrived with the king on the ship ate their eggs and the Rodrigues solitaire slowly disappeared. This theory seems to be supported, above all, by testimonies of the time that spoke of enormous rats found in the vicinity of the forest, whose size could only be explained by the ingestion of Rodrigues solitaire eggs. However, according to gossip, the Rodrigues solitaires, despite their name, were very trusting, which often led them to the palace's pans.”
“And isn't it possible that there are still solitaries hiding in the forest," I asked in a show of gratitude for having been spared from the sorceress, although, I must admit, the story of the Rodrigues solitaire had begun to interest me.
“Every now and then some peasant claims to have seen an animal whose description matches that of Rodrigues' solitaire, but no specimen has ever been found, either dead or alive. It should be noted that, from time to time, the peasants also say, your majesty, that they have seen lemurs the size of an orangutan, dwarf hippopotamuses and other fantastic animals that can only exist in the imagination.”
I remained pensive for a while, while my tutor swayed happily, like a child, on my little wooden horse. Then, the hunger calmed, the sorceress with three buttocks and three moles on her chin remembered the king, who had been standing there, staring at the statue of henchmen, and cast an evil spell that shattered his horse and left my tutor on the floor, sore and ashamed, and the real king laughing like a child, which is what he really was.

[*] I think translating as "animal story" would have been more appropriate, but then the conversation would be meaningless. In Spanish, however, the word "historia" is used in both cases.


Esta es mi primera historia en serie para Scholar and Scribe. Es una historia que fue pensada para chicos, aunque a veces tengo dudas respecto al resultado.
El idioma original es el español. La traducción al inglés fue hecha con Deepl, por lo que no aspira a tener méritos literarios. Es recomendable leerla en español para poder apreciarla mejor, al menos en lo que al estilo de escritura se refiere. Los problemas de traducción comienzan ya con el título, que es un juego de palabras entre el animal extinto “solitario de Rodrigues” y la palabra “solitario”, que en español hace referencia a una persona que vive en soledad. Entiendo que en inglés la palabra “solitaire”, que se encuentra en el nombre del animal (Rodrigues solitaire) no tiene el mismo sentido.
El cabezal fue hecho con lettering por la talentosa diseñadora y artista @lauraptis, que está dando sus primeros pasos en Hive. La fotografía usada como fondo es de Pixabay.
Para aquellos que aún no conocen Scholar and Scribe, es una comunidad de escritores que surgió hace unos meses dentro de la comunidad de PIZZA. Tiene dos tokens propios, Scholar and Scribe, y un montón de proyectos para llevar la escritura en Hive al siguiente nivel.

This is my first serialized story for Scholar and Scribe. It's a story that was intended for children, although I sometimes have doubts about the outcome.
The original language is Spanish. The English translation was made with Deepl, so it does not aspire to have literary merits. It is advisable to read it in Spanish in order to appreciate it better, at least as far as the writing style is concerned. The translation problems begin with the title, which is a play on words between the extinct animal "solitario de Rodrigues" and the word "solitario", which in Spanish refers to a person who lives in solitude. I understand that in English the word "solitaire", which is found in the name of the animal (Rodrigues solitaire) does not have the same meaning.
The header was made with lettering by the talented designer and artist @lauraptis, who is taking her first steps in Hive. The photo used as background is from Pixabay.
For those of you who don't know Scholar and Scribe yet, it's a community of writers that emerged a few months ago within the PIZZA community. It has two tokens of its own, Scholar and Scribe, and a bunch of projects to take Hive writing to the next level.

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3 comments

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Great story, as always. Children do have a knack to challenge and question every single thing, particularly when they're being told a story, and it takes a lot of patience of the storyteller to be able to improvise as they go along and make it to the end. You captured this really well. Our tutor seems to be spending a lot of time biting his tongue though he was a good sport to rock on the horse, at least until he was thrown off. 😅

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Thanks! Yes, I know, I read a lot to my kids and it's complicated to achieve a proper reading atmosphere, but over the years I think we've been learning and improving. !PIZZA !LUV

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