El paisaje blanquesino nevado adornado por decenas de troncos negros con retorcidas ramificaciones se movía lentamente de izquierda a derecha, por momentos la humedad en el cristal del ventanal complicaba la vista, nada que pasarle la mano enguantada no pudiese solucionar. El cielo sin sol lucía un azul pálido, tan decolorado que parecía un difuminado de brochazos grises, trazos desvanecidos en alguna pintura triste de Caspar D. Friedrich.
"...soy materia, mi pequeña princes..." -kambroom!!- el vagón tembló brevemente, sin detenerse y con el ruido característico de la máquina de vapor, el tren continuaba su marcha, con brincos y movimientos bruscos cada cuanto, que no dejaban que Anja pudiese concentrarse en la lectura, aunque se sabía de memoria la vieja carta de su madre, gustaba de repasarla con cierta frecuencia.
+"...mi pequeña princesa de adobo y metal, soy materia como lo fue Anastasia Segunda, y como lo fue Gisele, y como lo eres tu Anja Josepha, y lo será..."* - la puerta del vagón se abrió de pronto - ¿gusta un té caliente señorita Weber? - preguntó el mesonero del tren, quien se esforzaba para que la mesilla con ruedas que arrastraba por el pasillo no se voltease con tanto movimiento.
-no gracias míster- respondió amablemente la joven Anja -¿falta mucho para llegar a Rhemingtown?-
-cerca de una hora señori..- respondía el mozo cuando -kambroom!!- otro temblor del vagón. Cerrada la puerta y ya convencida de que no leería con tranquilidad, Anja se acomodó en el asiento, resignada observando el repetitivo paisaje, mientras en su mente memorizaba la carta de su madre Alphine "soy materia..."
Eran casi las cuatro de la tarde cuando finalmente el tren se detuvo en la pequeña y rudimentaria estación de Rhemingtown. El ambiente helado se hacía notar y la humedad y restos de nieve se apoderaban de los espacios. La joven viajera apenas había descendido cuando de inmediato fue interpelada por un hombre alto y delgado, de oscuro abrigo, sombrero negro y facciones ajadas. -Señorita Anja Weber supongo-, y antes de que la joven pudiese responder, se vio rodeada por un par de asistentes que se movían veloces sin mediar palabras, uno tomó su valija y con rapidez la llevó al maletero de un coche estacionado a pocos metros, el segundo sujeto se posicionó a su lado al tiempo que abría un paraguas que la protegía de la llovizna y los esporádicos granizos. -¿Nos vamos?- se escuchó la voz gruesa del hombre alto, una pregunta que más parecía una orden. Anja dudó un segundo o dos, para luego caminar y abordar el auto.
El paisaje desde el interior del coche no variaba mucho con respecto al visto desde el vagón del tren, más nieve y árboles negros como pintados con tiza o carbón en un lienzo blanco, añadiendo ahora el marrón y gris de las pequeñas casas y cabañas. Mientras el auto atravesaba el pueblo el hombre sentado a su lado por fin se presentó -Walt Moger para servirle-,Anja apenas asintió amablemente pero aún desconcertada, -La señora Vogel cuanta con su presencia-, Anja nuevamente asintió, el nerviosismo evitaba que pronunciara palabra alguna, el hombre la observó con detenimiento, escudriñándola, y añadió con suspicacia -esperemos que no sea una decepción-.
El coche avanzó por un par de intercepciones, hasta por fin salir del pueblo, cruzando un viejo puente de roca y aspecto barroco, la joven pudo ver la hermosura del río congelado. Luego de la pequeña distracción, el auto traspasó unas viejas murallas, y avanzado unos metros se detuvo frente a la mansión Vogel. La joven de piel pálido y negro cabello observó la antigua casona de varios niveles y hasta un par de torretas, que le daban aspecto a un pequeño castillo medieval, aunque no pudo detallarlo, nuevamente se vio presionada por Walt para caminar rápido.
Una vez dentro de la casa, observó los espacios grandes del salón, una combinación de caoba y robles finamente tallados mezclados con marmol y roca común, todo finamente ornamentado, aunque con un tono desabrido y agotado, como si el tiempo mellara sin condescendencia la vida del lugar. El asistente de la valija la condujo escaleras arriba hasta una pequeña habitación, bastante sencilla, con un baño, cama, ropero, un perchero y una mesita de madera, allí Anja apenas tuvo tiempo de asearse y mudarse de ropa, cuando tocaron a la puerta.
-La señora Vogel la solicita- dijo Walt apenas Anja abrió la puerta, ella intentó quejarse por el trato recibido, entonces el hombre por vez primera bajó un poco el tono -disculpe usted señorita Weber, es... apremiante- incluso algo de vida y conmoción se notó en su rostro. La joven asintió, y siguió por los pasillo al hombre alto, que aún dentro de la mansión llevaba el largo abrigo oscuro.
La habitación era espaciosa y cómoda, con ciertos lujos y techo alto, aunque no tanto como Anja imaginó desde el principio. En una amplia cama matrimonial y de esponjosas sábanas y cobijas doradas se encontraba recostada la señora Vogel, una mujer delgada, huesuda, de largo cabello cano y piel mellada por los años. La anciana le recibió con una sonrisa, se incorporó con cierto esfuerzo, mientras era asistida por Walt y un par de mujeres de servicio. -Bienvenida mi niña-, los ojos bastante redondos la observaban con detenimiento, y sus labios arrugados sonrieron más al decir -idéntica a tu madre Anastasia mi pequeña- mientras le tomaba las manos, Anja sonrió, y con vergüenza le corrigió -Gabrielle... er.. Gabrielle es el nombre de mi madre. Anastasia es mi abuela... y...- las manos frías y delgadas de la mujer apretaron las suyas -y todas son materia- la voz de la anciana era una súplica -me queda poco tiempo, puedo sentirlo... necesito de ti... necesito hablar con él!-. Anja tragó fuerte, sabía lo que debía hacer, a lo que había viajado a aquel lugar.
Transcurrieron unos pocos minutos mientras las sirvientas y asistentes acondicionaron la habitación, aseguraban los ventanales castigados por la lluvia y cerraban las cortinas, la estancia ahora iluminada solo por decenas de velas encendidas, las paredes sosteniendo múltiples crucifijos, un bol con agua bendecida a un lado, y en la cama, sentadas una frente a otra, Anja Weber y Camila Vogel, ambas tomadas de las manos, y en medio de ellas, una corbata, una cadena de oro, unos lentes antiguos, todos objetos propiedad de Karl Vogel, el difunto esposo de la anciana. Walt observaba en silencio al momento de iniciar el rito.
La materia, esos seres especiales, conexión entre lo terrenal y lo espiritual, unión entre el plano intangible y el mortal. Gisele, Anastasia, Gabrielle, y ahora Anja, generación tras generación las féminas de la familia Weber habían heredado la habilidad en su sangre, en la piel, en los huesos, de conectar a los espíritus del más allá a través de su cuerpo.
-Karl Jensen Vogel Schmidt, eres solicitado por tu esposa, Camila, preséntate- la voz de Anja llamaba al espíritu, una y otra vez, repetidas veces, mientras la tormenta fuera de la casa pareciera presagiar un evento sobrenatural. Una brisa fría se coló dentro de la habitación, y todos los presentes sentían acelerar sus pulsaciones, varias velas se apagaron, y los asistentes se apresuraban a encenderlas de nuevo. La piel de la joven Weber comenzó a erizarse, una luz interna comenzaba apoderarse de su interior. En su mente sabía lo que venía, su experiencia recibiendo espíritus en su cuerpo ya estaba comprobada, aunque aún no dominaba la técnica del todo, y la concentración mental es imperativa para no perder el control.
-Karl... eres tú?- preguntó la anciana mientras observaba con desespero el cuerpo y rostro de Anja, que parecía mutar levemente frente a sus ojos. -Ya está aquí- la voz de Anja parecía desdoblarse y sus ojos se parpadeaban insesantes, la joven hacía un esfuerzo por controlarse. Dentro de sus músculos comenzaba a sentir la presencia del espíritu, lo sentía en cada nervio, en su cerebro, en su corazón, -ya casi... está aquí...- , los ojos de la anciana se llenaron de lágrimas cuando comenzó a reconocer las facciones de su esposo en el rostro de la joven materia, y entonces... algo no estaba bien.
De pronto, con una fuerza inusitada, las manos de Anja apretaron las de Camila, lastimándolas. La anciana Vogel gritó no solo de dolor físico, sino al observar a Karl frente a ella, con una expresión de horror que jamás imaginó. -Camila!- la voz de Karl salió por la garganta de Anja, como un eco de ultratumba -¿Por qué me has llamado?- hablaba casi gritando en tono autoritario, vomitando ira y enojo, y apretando cada vez más los huesos de su esposa. La brisa azotó nuevamente toda la habitación, abriendo los ventanales que se golpean mientras las cortinas revoloteaban. Los asistentes intentaban cerrarlas en vano, y las mujeres huyeron despavoridas. Walt intentó separar a las mujeres, pero una fuerza invisible lo evitó, lanzando al hombredel abrigo negro por los aires, y estrellándolo aparatosamente contra una de las paredes.
Las velas se apagaron y rodaron por los suelos, y la habitación solo era iluminada por los relámpagos con estallaban alrededor de la mansión. -¿Por qué Karl? ¿Por queeee?- lloraba Camile. Anja había perdido por completo el control, el espíritu de Karl dominaba su cuerpo, y la mente de Anja apenas se mantenía lúcida para presenciar su dominación absoluta. -Son nuestros pecados Camil, nuestros pecados, secretos oscuros que conoces muy bien- La voz de Karl resonaba en toda la estancia. Camila intentaba decir algo, pero los ojos en llamas de Karl lo evitaron, y una última sentencia explotó en la garganta de Anja: "El infierno te espera Camil!... EL INFIERNO!!".
...
La mañana siguiente, el cielo aún mantenía su palidez grisácea, pero ahora despejado, y la calma del ambiente aún reflejaba rastros de la tormenta anterior. Anja despertó con dificultad, pudo mover su cuerpo lentamente, a voluntad, al incorporarse reconoció la habitación pequeña con el closet y el baño. Se sobresaltó al darse cuenta que no estaba sola. Sentado a su lado se encontraba Walt, con su abrigo oscuro y rostro adusto, y ahora lucía aún más demacrado.
-La señora Vogel falleció en la madrugada- le informó Walt. La joven se sobresaltó por un momento, pero tampoco se sintió extrañada. El hombre se puso en pie y le agradeció por sus servicios. -Su valija está lista, podrá partir cuando lo desee- y diciendo esto salió de la habitación.
...
El paisaje blanquesino nevado con sus troncos negros se movía lentamente de derecha a izquierda, mientras Anja se observaba así misma en el reflejo del cristal -Soy materia...-
Fin
Mostrorobot
250813
Este relato es mi participación en la actividad Comunicación con los muertos de @zonadeespanto. Gracias a @rinconpoetico7 por la invitación. Aprovecho el comentario para extender la invitación a participar a los friends: @mc5punk, @rebejumper y @nachomolina2.
The whitish snowy landscape adorned by dozens of black trunks with twisted branches moved slowly from left to right. At times, the moisture on the window pane obscured the view, nothing a gloved hand couldn't fix. The sunless sky was a pale blue, so bleached out it looked like a blur of gray brushstrokes, faded lines in some sad painting by Caspar D. Friedrich.
"...I am matter, my little princess..." -kambroom!!- The car trembled briefly. Without stopping, and with the characteristic noise of the steam engine, the train continued on its way, with occasional jumps and sudden movements that made it difficult for Anja to concentrate on her reading. Although she knew her mother's old letter by heart, she liked to review it frequently.
+"...my little princess of adobe and metal, I am matter, just as Anastasia the Second was, and just as Gisele was, and just as you are, Anja Josepha, and will be..."* - the carriage door suddenly opened - "Would you like some hot tea, Miss Weber?" asked the train attendant, who was struggling to keep the rolling table he was dragging down the aisle from tipping over with all the movement.
"No, thank you, mister," young Anja replied politely. "Is it much further to Rhemingtown?"
"About an hour, sir..." the attendant replied, when - "Kambroom!" - the carriage shook again. With the door closed and already convinced she wouldn't be able to read peacefully, Anja settled into her seat, resigned, staring at the repetitive landscape, while in her mind she memorized her mother Alphine's letter "I am matter..."
It was almost four in the afternoon when the train finally stopped at the small, rudimentary Rhemingtown station. The freezing cold was noticeable, and the dampness and traces of snow filled the spaces. The young traveler had barely gotten off when she was immediately approached by a tall, thin man in a dark coat, black hat, and withered features. "Miss Anja Weber, I presume?" And before the young woman could answer, she was surrounded by a pair of attendants who moved quickly without saying a word. One grabbed her suitcase and quickly carried it to the trunk of a car parked a few meters away. The second man stood beside her, opening an umbrella that protected her from the drizzle and sporadic hail. "Shall we leave?" came the tall man's deep voice, a question that sounded more like an order. Anja hesitated for a second or two, then walked over and boarded the car.
The landscape from inside the car didn't differ much from that seen from the train car: more snow and black trees, as if painted with chalk or charcoal on a white canvas, now adding the brown and gray of the small houses and cabins. As the car drove through the town, the man sitting next to her finally introduced himself—Walt Moger, here to serve you.—Anja nodded politely, still puzzled. “Mrs. Vogel is looking forward to your presence.” Anja nodded again, nervousness preventing her from saying a word. The man watched her carefully, scrutinizing her, and added suspiciously, “Let's hope it's not a disappointment.”
The car drove through a couple of intersections until finally leaving the town, crossing an old, baroque-looking rock bridge. The young woman could see the beauty of the frozen river. After the brief distraction, the car passed through some old walls and, after a few meters, stopped in front of the Vogel mansion. The young woman, with pale skin and black hair, noticed the old, multi-level mansion and even a pair of turrets, which gave it the appearance of a small medieval castle. Although she couldn't make out the details, she was again pressured by Walt to walk quickly.
Once inside the house, she observed the large spaces of the living room, a combination of finely carved mahogany and oak mixed with marble and common rock, all finely ornamented, though with a dull and tired tone, as if time had mercilessly sapped the life out of the place. The baggage handler led her upstairs to a small, fairly plain room with a bathroom, bed, wardrobe, a coat rack, and a small wooden table. There, Anja barely had time to clean up and change clothes when there was a knock at the door.
"Mrs. Vogel is requesting you," Walt said as soon as Anja opened the door. She tried to complain about the treatment she'd received, then the man lowered his tone slightly for the first time. "Excuse me, Miss Weber, it's... urgent." A hint of life and emotion was even noticeable on his face. The young woman nodded and followed the tall man down the hall, still inside the mansion wearing the long, dark coat.
The room was spacious and comfortable, with certain luxuries and a high ceiling, although not as high as Anja had initially imagined. On a wide double bed with fluffy sheets and golden blankets lay Mrs. Vogel, a thin, bony woman with long gray hair and skin punctured by age. The old woman greeted her with a smile and sat up with some effort, while being assisted by Walt and a couple of maids. "Welcome, my girl," her rather round eyes observed her closely, and her wrinkled lips smiled wider as she said, "You look just like your mother, Anastasia, my little one." While taking her hands, Anja smiled and, embarrassedly, corrected her, "Gabrielle... er, Gabrielle is my mother's name." Anastasia is my grandmother... and...—the woman's cold, thin hands squeezed hers—and all are matter—the old woman's voice was a plea—I have little time left, I can feel it... I need you... I need to talk to him!—Anja swallowed hard; she knew what she had to do, why she had traveled to that place.
A few minutes passed while the maids and attendants prepared the room, securing the rain-battered windows and closing the curtains. The room was now lit only by dozens of lit candles, the walls holding multiple crucifixes, a bowl of holy water to one side, and on the bed, sitting opposite each other, Anja Weber and Camila Vogel, both holding hands, and between them, a tie, a gold chain, and an antique pair of glasses, all belonging to Karl Vogel, the old woman's late husband. Walt watched silently as the rite began.
Matter, those special beings, the connection between the earthly and the spiritual, the union between the intangible and the mortal realm. Gisele, Anastasia, Gabrielle, and now Anja, generation after generation, the women of the Weber family had inherited the ability, in their blood, in their skin, in their bones, to connect to the spirits of the afterlife through their bodies.
"Karl Jensen Vogel Schmidt, you are requested by your wife, Camila, come forward," Anja's voice called to the spirit, again and again, repeatedly, while the storm outside the house seemed to portend a supernatural event. A cold breeze crept into the room, and everyone present felt their heartbeats quicken. Several candles went out, and attendants rushed to relight them. Young Weber's skin began to prickle, an inner light beginning to take hold of her. In her mind, she knew what was coming. Her experience receiving spirits into her body was already proven, although she hadn't fully mastered the technique yet. Mental concentration is imperative to avoid losing control.
"Karl... is that you?" the old woman asked as she desperately watched Anja's body and face, which seemed to be mutating slightly before her eyes. "He's here," Anja's voice seemed to split, and her eyes blinked incessantly. The young woman struggled to control herself. Within her muscles, she began to feel the spirit's presence; she felt it in every nerve, in her brain, in her heart. "He's almost here..." The old woman's eyes filled with tears as she began to recognize her husband's features in the young matter's face, and then... something wasn't right.
Suddenly, with unusual strength, Anja's hands squeezed Camila's, hurting them. Old Vogel screamed not only in physical pain, but also as she looked at Karl standing before her, with an expression of horror she had never imagined. "Camila!" Karl's voice came from Anja's throat, like an echo from beyond the grave. "Why did you call me?" He spoke almost shouting in an authoritarian tone, vomiting anger and rage, and increasingly squeezing his wife's bones. The breeze whipped through the room again, opening the windows and slamming them while the curtains fluttered. The attendants tried in vain to close them, and the women fled in terror. Walt tried to separate the women, but an invisible force prevented him, throwing the man in the black coat through the air and crashing him spectacularly against one of the walls.
The candles went out and rolled across the floors, and the room was lit only by the lightning that exploded around the mansion. "Why Karl? Whyyyy?" Camile cried. Anja had completely lost control. Karl's spirit dominated her body, and Anja's mind barely remained lucid enough to witness his absolute domination. "These are our sins, Camil, our sins, dark secrets that you know very well." Karl's voice echoed throughout the room. Camila tried to say something, but Karl's blazing eyes prevented her from doing so, and one last sentence exploded from Anja's throat: "Hell awaits you, Camil!... HELL!!".
...
The next morning, the sky was still grayish pale, but now clear, and the calm air still reflected traces of the previous storm. Anja woke with difficulty, able to move her body slowly, at will. When she sat up, she recognized the small room with the closet and bathroom. She was startled to realize she wasn't alone. Sitting next to her was Walt, wearing his dark coat and stern face, now looking even more haggard.
"Mrs. Vogel passed away in the early morning," Walt informed her. The young woman was startled for a moment, but she didn't feel surprised either. The man stood up and thanked her for her services. "Your suitcase is ready, you can leave whenever you wish," and with that, he left the room.
...
The whitish snowy landscape with its black trunks moved slowly from right to left, while Anja observed herself in the reflection of the glass. "I am matter..."
The End
Monstrorobot
250813
This story is my participation in the Communication with the Dead activity by @zonadeespanto. Thanks to @rinconpoetico7 for the invitation. I'd like to take this opportunity to extend the invitation to my friends: @mc5punk, @rebejumper, and @nachomolina2.
Idioma original: Español
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Y por eso no se debe de molestar a los muertos, esas cosas nunca salen bien y al parecer habia muchos secretos (pecados) que debieron permanecer donde estaban, bueno, asi le fue a la señora Vogel 👀 es mejor dejarlos donde estan y el reencuentro vendra por si solo, aunque de una u otra forma tengo dudas de si no hubiese terminado igual de mal, Karl estaba realmente enfurecido 😲
Muy buen relato, muchas gracias por tu participacion 👻
muchas gracias @elbuhito por tu comentario, realmente es mejor no molestar a los muertos, dejar tranquilo lo que tranquilo está, jeje. Y si, es posible que Camila Vogel siguiese el camino de su esposo, jeje. thanksssss y éxitos!!
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Muchas gracias por ser parte del averno de #Hive.
Saludos hermano. Gracias por la cordial invitación. Me gusta la historia enigmática y bien pulida. La parte del ritual es vívida y cercana a la realidad. Un logro literario sobre una temática bastante compleja y difícil de llevar a buen término, te felicito por tu habilidad con las letras @mostrorobot.
que bueno que te ha gustado. super gracias por la lectura y tus comentarios friend. éxitossssssss!!!
Hay ciertas cosas que deben quedar donde están, como secretos ocultos, en forma premeditada y más a los muertos, si ellos quieren o necesitan comunicarse lo harán y sino no. Es un relato espectacular, muchas gracias por tu participación!🤗
Ciertamente esa situación de comunicarse con muertos es un tema complicado, y es mejor dejar las cosas como están, jeje. muchas gracias por la lectura, comentario y apoyo. graciassssss!!
Exacto, ellos sabrán si tienen algo que decir, gracias a vos! 🤗
El relato está bueno, Y deja pensando que hay ocasiones en que no es sensato hacer llamadas que no estamos seguros de como serán recibidas.
La idea de un linaje con habilidades especiales es atractiva cada vez que la veo, pero me gusta en particular como la manejas acá Es un relato breve, pero da un buen marco de inicio por si se quisiera extender esta historia y volverla una trama para una obra más larga.
Saludos friend, si, comencé escribiéndolo como lo que es, un relato corto, sin embargo fue surgiendo de una manera que se le puede sacar más aristas a la historia. Muchas gracias por leer y por tu comentario. thankssssss
¡A la orden!
Una historia que mantiene en suspenso a medida que la trama se va desarrollando, la descripción de cada escena le da ese toque más oscuro a la historia. Me gustó mucho como abordaste lo de la posesión de la chica y la revelación del ente a través de ella. Muy buen trabajo.
Gracias por aceptar la invitación y deleitarnos con esta excelente historia de escalofríos.
Un excelente viernes con muchos escalofríos.👻
buenísimo que te haya gustado la historia friend, y gracias a ti por el apoyo y la invitación a esta comunidad, un buen sitio donde subir historias más oscuras y fuera de lo común, jeje. thanksssss