En la actualidad las expectativas están altísimas, con respecto a la propia vida y las relaciones con los demás. Tenemos una versión idealizada del amor, por ejemplo, donde esperamos que este luzca específicamente de una forma: fotografiable, lleno de detalles, pasado por diferentes filtros. Las otras caras del amor, más humanas, del día a día, generan desagrado. Ni hablar de los roces y el conflicto natural. Se piensa que no hay espacio para el sufrimiento en la actualidad. Que ya vendrá otra persona a ocupar ese espacio, de modo que, cualquier signo de dificultad es tomado como una señal para romper todo, antes que reparar. Las plataformas digitales, especialmente, las redes sociales, nos demuestran un tipo de vida y de relaciones interpersonales que, aunque puede llegar a ocurrir por momentos, no siempre es sostenible a lo largo del tiempo. Nada es tan hermoso ni perfecto.
En cuanto a la relación con uno mismo, también puede verse afectada por las redes sociales. Día a día estamos expuestos a una pluralidad de realidades que suelen tener algo en común: demostrar lo que se tiene, lo que se es y lo que se ha logrado. Es la puesta en escena de miles de personas, y nosotros somos ajenos a su detrás de cámaras, el trasbastidores. Si comparamos todo lo que conocemos de nosotros (lo bonito y lo feo) con lo que otra persona ha seleccionado para demostrar al mundo, por supuesto, estaremos en desventaja.
Sucede con frecuencia que estas exposiciones públicas de la vida pueden ser tomadas como una razón para inspirarnos o para frustrarnos. También puede llevarnos al consumo innecesario de bienes y servicios, o a un aprendizaje constructivo y proveniente de cualquier parte del mundo. En ese sentido, el problema no son las redes sociales en sí mismas, sino cómo las estamos usando.
He visto esa sensación de vacío que genera el uso excesivo de redes sociales, las comparaciones constantes y el hastío por sentir que la vida que se tiene no es buena.
La vida buena no surge testeándonos con el otro, ni persiguiendo realidades imposibles. La vida tranquila y feliz se construye fuera de las pantallas, cuando somos algo más que ser espectadores y vivimos nuestra propia vida.
Nowadays expectations are sky high, with respect to one's own life and relationships with others. We have an idealized version of love, for example, where we expect it to look specifically one way: photographable, full of details, passed through different filters. The other faces of love, more human, day-to-day, generate displeasure. Not to mention the friction and natural conflict. It is thought that there is no room for suffering nowadays. That someone else will come to occupy that space, so that any sign of difficulty is taken as a signal to break everything, rather than repair. Digital platforms, especially, social networks, show us a type of life and interpersonal relationships that, although it can happen at times, it is not always sustainable over time. Nothing is as beautiful or perfect.
As for the relationship with oneself, it can also be affected by social networks. Day by day we are exposed to a plurality of realities that usually have something in common: to show what you have, what you are and what you have achieved. It is the staging of thousands of people, and we are strangers to their behind-the-scenes, the backstage. If we compare everything we know about ourselves (the beautiful and the ugly) with what someone else has selected to show the world, we are, of course, at a disadvantage.
It often happens that these public displays of life can be taken as a reason to inspire us or to frustrate us. It can also lead to unnecessary consumption of goods and services, or to constructive learning from anywhere in the world. In that sense, the problem is not the social networks themselves, but how we are using them.
I have seen that feeling of emptiness generated by the excessive use of social networks, the constant comparisons and the boredom of feeling that the life we have is not good.
The good life does not arise by testing ourselves with the other, nor by chasing impossible realities. The quiet and happy life is built outside the screens, when we are more than just spectators and we live our own life.
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Es por eso que debemos enfocarnos en nosotros mismos y no creer todo lo que vemos en las redes, nada es perfecto, no hay vida perfecta, todos llevamos nuestra propia batalla para seguir adelante.
Debemos trabajar en nosotros mismos, porque nos enfocamos en nuestros defectos y virtudes, implicamos a la verdad y a la sinceridad en cada situación de mejora continua y en el proceso de aprendizaje. Me gusta tu post.
Mi linda Sophi. Cada palabra es demasiada verdad. Mucho de lo que estoy trabajando actualmente con mi sicóloga viene de cosas planteadas en Este post.
Me quedo con el último párrafo.
Gracias mil por ser tan asertiva 💕
Es tan cierto todo lo que dices. A mi últimamente me desespera cuando escucho o veo la palabra instagrameable en alguna publicación sobre algún lugar, casi me da alergia jeje.
Absolutamente, pero lo triste es que pareciera que ahora lo que está de moda es ser espectadores.
Coincido totalmente. Excelente reflexión. En lo personal pienso mucho en estás cosas, y a veces me da tristeza, pero reflexionar y dar lo mejor de uno mismo depende de cada uno individualmente. A veces es difícil no dejarse afectar por comentarios indolentes.
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